Capítulo 1.

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Narra Marian :

Cuenta. 1, 2, 3. ¿Ha cambiado algo? No, la puerta seguía en su sitio y Cova seguía mirándome de mala manera.

Miré para ella cambiando mi seriedad por una gran sonrisa y ambas estallamos a carcajadas.

Me giré para mirarme a un pequeño espejo y poder ver como mis rizos castaños oscuros llegaban hasta un poco más arriba de mi omligo y mis ojos marrones se profundizaban en un mar de preguntas sin respuestas.

-Salgamos a dar una vuelta. Aquí no ocurre nada interesante- Me levanté del sofá sin apartar la vista de mi figura.

-De acuerdo- Se levantó al igual que yo.

Salimos por la puerta y vimos cómo dos chavales se quedaban mirándonos. Les saludamos con las manos y retomamos nuestro trayecto, que era, de casa de Cova, hasta un pequeño merendero llamado Tieves.

Miré a Cova. Ella era probablemente un par de centímetros más alta que yo. El pelo le llegaba tres dedos por debajo de los hombros y éste era de un color entre castaño y rubio. Sus ojos eran tan azules como el océano y dependiendo del día conseguían aclararse como el cielo en un día despejado.

Llegamos a aquel hermoso lugar y nos sentamos en el mismo banco de siempre. Cualquiera que nos conociese, no podría dejar de reírse con nosotras, aunque todo el mundo al que conocíamos nos tomaba por locas o no se nos acercaban.

Cova y yo éramos especiales, nada nos importaba mientras estuviésemos juntas.

Nada más sentarnos nos miramos seriamemte durante largos minutos... El tiempo discurría demasiado rápido. Sobre todo si estaba con ella.

El móvil de Cova dio por finalizado el concurso de miradas que estábamos ambas por perder. Ésta descolgó el teléfono y se lo puso en la oreja.

-Hola mamá [...] Sí, estoy con ella [...] ¿A qué hora? [...] Vale, ahora mismo nos vamos a cambiar- Colgó.

-¿Qué ocurre?

-Nuestros padres tienen una cena con un antiguo profesor suyo y tenemos que vestirnos e ir.

-¿Y a qué hora?

-Ahora.

Nos levantamos para marcharnos... pero en vez de ir directas, fuimos por el sentido contrario. Tendríamos que dar la vuelta al pueblo, pero valdría la pena, ya que iríamos a por un rico helado.

-¿De qué tamaño?

-Grande- Respondí.

-¿La base?

-Chocolate blanco.

La chica que nos atendía se giró para echar el helado en forma de tirabuzón. Éstos no eran los típicos de bola, si no que eran de un yogur-helado al que le echaban golosinas.

-¿Por encima?

-Pues...- Después de estar un rato meditando, decidí hablar- Fresa, piña y Nutella.

-Qué golosa eres- Me acusó Cova.

-Son tres euros- Le di el dinero a la dependienta.

-Yo lo mismo, pero en vez de piña, kiwi- Dijo Cova mientras depositaba un billete de cinco euros en la mano de la señora.

-Qué golosa eres- La imité con voz de burla.

Ambas reímos y cuando le dieron el cambio a Cova nos fuimos, ya sí, para casa. No entiendo por qué nos tenemos que cambiar. ¿Es que no vamos bien en shorts vaqueros y una camisa enseñado nuestra barriga plana? La camisa de Cova era negra con alguna que otra flor blanca y la mía era rosa y ponía ALWAYS en negro. Además, cada una se conjuntaba con sus Andy-Z.

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