Parte 7

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Lovino se quejó al tiempo que lentamente despertaba de su sueño y ganaba conciencia.

Puta madre, el cuerpo le dolía como mil demonios.

Algún día, aprenderá a como decirle que no a ese bastardo tomate.

Hmm. Hablando de bastardos tomate, se dio cuenta que en su cama no había ninguno. Volviendo a quejarse con un gemido, supuso que España debería estar abajo haciendo el desayuno o algo así. Atrajo la almohada de Antonio hacia él para ponerse más cómodo. Fue entonces cuando vio una nota encima de la cama. Estaba escrito en un trozo de papel picado y la letra era inconfundible.

Perdón por irme tan de repente. Llámame cuando puedas.

Con amor, Antonio

Lovino dio un suspiro irritado y rodó los ojos. Pues claro que el bastardo tomate se iría tan repentinamente. Probablemente se acordó que no le dio comida a sus estúpidas tortugas o algo así.

Consideró llamar a Antonio ese mismo momento, pero pensó que tenía mejores cosas que hacer, como hacerse el desayuno o escribir en su diario sobre aquella genial noche de sexo que tuvieron ayer.

No es que él fuera afeminado o algo así por conservar un diario con tantas ganas y llevarlo a donde sea que fuera. A él solo le gustaba ir registrando las cosas que pasaban.

Se dio la vuelta y estiró una mano para abrir el primer cajón de la mesa de noche donde solía esconder su diario debajo de varios libros de novelas. Hurgó por un buen rato pero no podía encontrar ni la llave ni el diario. Se encogió de hombros y cerró el cajón. Seguramente lo dejó en alguna parte del living o algo así.

El desayuno pasó a ser su máxima prioridad. Normalmente le gritaría a Feliciano para que le hiciera algo, pero su hermano menor estaba fuera adonde Alemania haciendo...

Ew. Asco. Lovino no debería estar pensando en eso a primeras horas de la mañana.

Así que balanceó sus piernas sobre la orilla de la cama y se puso de pie, dando un leve respingo cuando un dolor cruzó su espalda baja.

Bueno, un gran respingo. Antonio no fue exactamente gentil la noche anterior pero a pesar de ello estuvo bastante bien, aunque Lovino preferiría dispararse en el pié antes que decírselo al bastardo tomate.

Poniéndose una holgada camiseta blanca (Al parecer de Antonio) que sacó del closet, lentamente bajó las escaleras hacia la cocina. Una vez que llegó allí, encontró su diario encima de la mesa con la llave al lado y un tomate encima.

Lovino frunció el ceño. Si ese bastardo tomate se atrevió a leer su diario, le daría una gran y buena patada en los testículos. Y otra en la cabeza por si acaso.

Agarró el tomate y luego de frotarlo en su camiseta, le dio un buen mordisco. Justo en ese momento el teléfono sonó. Lovino miró el número de quién llamaba y contestó bastante molesto de que lo hayan interrumpido mientras comía.

—¿Qué? —espetó. Pedazos de tomate volaron de su boca

—¡Lovi! ¿Estás despierto?

—¿Tú qué crees, bastardo?

—Ajaja Lovino, no tienes por qué ser tan gruñón~

¿Era él, o Antonio sonaba algo cansado?

—Es tu culpa de que esté así, tonto. ¿Qué quieres?

—Ah, es sobre tu regalo de cumpleaños..

—Sí, el cual recibiré hoy ¿verdad?

Hubo un largo silencio, y Lovino frunció el seño. Recordando que España no podría verle el rostro por el teléfono, decidió hablar.

Hablando de Tomates - Hetalia [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora