HARPER
"La perfección es una pulida
colección de errores."MARIO BENEDETTI
Cuando conseguí ponerme en pie aún tenía el corazón agitado, aunque no sabía si se trataba por la conversación con el desconocido pirado o por la emoción de ver a Cora después de tantos meses.
Tuve la sensación de que me lancé a sus brazos en cuanto me incorporé.
—Te he echado de menos —resollé contra su hombro.
—Yo te he echado tantísimo de menos que hasta me he puesto enferma —exclamó con gesto melodramático—. Suerte que echarte de menos me salva de ir a ese colegio para pijos en el que mis padres me han metido —agregó con una débil sonrisa.
Me separé de ella un par de centímetros para examinarla, pero estaba tan radiante como de costumbre. El maquillaje impoluto, el pelo recogido en un moño con palillos, un ajustado vestido negro bajo el elegante abrigo de visón del mismo color y unos tacones de Valentino tan altos que algún día se rompería la crisma con ellos, aunque en las pasarelas caminaba con plataformas incluso más altas...
—Yo también me alegro de verte —contesté, riéndome un poco—. Pero me habías dicho que no podrías venir...
—Teóricamente, estoy enferma y no voy a ir a la universidad porque ya soy súper rica, así que no tengo que prepararme para los exámenes. Soy hija única y además modelo, así que tendré el dinero de papá para dilapidar el resto de mi larga vida —contestó con una fingida sonrisa solemne y provocativa, haciendo un gesto de la mano para restarle importancia.
Cordelia siempre había sido una experta sacándole la gracia a cosas absurdas, incluso sería una excelente actriz, pero decía que era demasiado humilde para actuar. Eso sí, modelar había sido su pasión desde que tenía cinco años y le robábamos el maquillaje a su madre para pintarrajearnos la cara. A ella, además, le encantaba subirse a los tacones y fingir que era una modelo de Victoria's Secrets; por poco no lo había conseguido.
—Eres una lianta —bromeé, poniendo los ojos en blanco.
—Es una de las partes que más te gustan de mí, corazón —me guiñó el ojo, tomándome de la barbilla con cariño y lanzándome un beso—. Por cierto, mis padres sienten muchísimo no poder estar aquí. Ya sabes, mierda de los negocios, pero mamá vendrá en cuanto pueda e irá a veros a ti y a Percy... no sé, creo que siempre que tenga cinco minutos de vida: sois los hijos que nunca tuvo, porque tuvo a este bellezón —explicó, intentando quitarle hierro al asunto con su peculiar sentido del humor.
Emma Saint Germain y mamá habían sido mejores amigas de toda la vida, al igual que Cora y yo; creo que debieron alegrarse un montón cuando se enteraron de que tendrían dos hijas prácticamente al mismo tiempo, ya que yo apenas era un mes pequeña que Cora.
Cuando éramos pequeñas a cuento de que nos parecíamos mucho nos gustaba fingir que éramos hermanas para engañar a la gente. Siempre habíamos sido amigas, pero desde hacía un año vivía en Nueva York a causa de su sueño de ser una topmodel al nivel de Kate Moss antes de que se volviera adicta a la cocaína. Sus padres se habían ido con ella porque no se fiaban de su nivel de independencia, ya que era una irresponsable de manual.
Aunque, Cordelia tendría dinero de sobra para el resto de su vida sin necesidad de levantar un dedo, argumentaba que le gustaba tener sus propios pinitos. Su padre era un Saint Germain, una de las mayores fortunas de Francia y la vigesimocuarta del mundo; procedían de sangre azul, así que mi mejor amiga había crecido con todos los lujos habidos y por haber.

ESTÁS LEYENDO
PERVERSAS MENTIRAS [HIJOS DE LA IRA I] | Nueva Versión
Teen FictionEL AMOR ES UNA GRAVE ENFERMEDAD MENTAL La Bailarina Siempre he intentado ser perfecta. La hija perfecta. La hermana perfecta. La estudiante perfecta... Siempre he intentado ocultar mis errores tras una capa...