Robert no podía creerlo. Acababa de presenciar algo que nunca pensaba que pasaría: Jack llegaba tarde a clase.
La clase estaba a punto de empezar. Miró al escritorio vacío de su lado, el cual le pertenecía a Jack, y tragó saliva. No hacía falta ser un genio para saber por qué se retrasaba.
Jack nunca faltaba a clase. Había llegado a asistir a clase incluso con unas décimas de fiebre, o incluso con un resfriado encima que tiraba para atrás. Sin embargo, si Robert tenía en cuenta el estado en el que se había ido de su casa, hiperventilando y llorando, su ausencia en un lugar en el que tenía por norma no faltar, era más que comprensible.
Cuando ya se había hecho a la idea de que no iba a venir, la puerta se abrió de repente para mostrar la figura de Jack algo desaliñada. Todos se le quedaron mirando, y no tardaron en oírse algunos comentarios de sus compañeros. Jack se sintió observado y angustiado. No era la primera vez que se veía envuelto en esa situación. Era listo, y todos los años de su infancia y adolescencia en los que había estado solo le habían servido para detectar cuando era criticado, tanto a sus espaldas como en su propia cara. Generalmente, no le importaba mucho. Había aprendido que no podía gustarle a todo el mundo, y que no importaba si no tenía muchos amigos. Siempre y cuando tuviera a Robert a su lado.
Sin embargo, esta vez era diferente.
Cada día, para ir al instituto, Jack pasaba por su casa para ir a buscarle y hacer el camino juntos, mientras hablaban y charlaban sobre cualquier tontería. Pero, aquel día, Robert se había pasado más de 10 minutos en la calle a la espera de que Jack se pasara por allí. Al ver que no venía, y que corría el riesgo de llegar tarde si seguía esperándole, decidió marcharse solo. Pensó que probablemente Jack había pasado antes por su casa y ni se había dado cuenta, y que ya estaría en clase, pero no tenía sentido. Ni él ni su madre habían oído el interfono en ningún momento desde que se habían levantado.
Intentó autoconvencerse de que había sido cosa de ese día, y que no podía ser tan grave, pero el hecho de verle llegar tarde le hizo pensar que tal vez había minimizado demasiado el problema.
"Es muy raro verte llegar tarde, Jack." Dijo la profesora. "Me... dormí" contestó simplemente.
La profesora arqueó una ceja.
"Parece que aun sigues dormido" comentó, y suspiró en cuanto oyó las risas del resto de alumnos. Dio un par de palmadas para hacer que todos parasen de hablar. "¡Venga, venga, callaos ya! Que es lunes a primera hora, es demasiado pronto para que acabéis con mi paciencia."
Mientras la profesora intentaba empezar con la clase, Jack se sentó al lado de Robert sin decir ni una palabra. Robert le miró y este le esquivaba la mirada como podía.
El ambiente era tenso y frio. Casi ni se habían hablado desde lo del día anterior. Robert se había preocupado de enviarle mensajes después de su huida, y Jack solo había respondido con respuestas muy secas, sin añadir mucho más. Normalmente podían pasarse horas hablando por mensajes de texto hasta casi la hora de dormir. De hecho, Jack solía acostarse pronto, y solo hacia una excepción cuando se mensajeaba con Robert. Pero, esa vez, se notaba que no quería dirigirle la palabra.
"Hola, eh." Le susurró Robert, a modo de reproche. "Hola." Le contestó sin más.
Robert suspiró y decidió dejarlo estar por el momento. Pero no pasó ni un minuto que perdió la paciencia por el silencio de Jack.
"¿Se puede saber porque no me hablas?" "Eres listo, seguro que podrás averiguar por qué solo." "Tan listo no seré si me tuviste que ayudar con los deberes".
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J & R: El Ciprés
Novela JuvenilDespués de casi 15 años de amistad, Jack y Robert lo saben todo el uno del otro. Saben cómo el otro piensa y actúa. Saben lo que les gusta y lo que no. Tenían una conexión tan especial que en ocasiones no hacían falta palabras para comunicarse. Cua...