PARTE I

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Finn Wolfhard arrugó el gesto ante el ruido que hacía su teléfono móvil, insistentemente el número de su madre se veía en la pantalla. Bostezó antes de finalmente contestar.

'Hijo'

―Hola Ma, ¿Está todo bien?

'Sí ¿Por qué-'

Finn sonrió de medio lado al ver que Mary se había dado cuenta de que llamarlo un sábado a las ocho de la mañana no era normal en ella.

'La verdad, no me fijé en la hora que era y lo lamento, pero pensé que quizá te gustaría saber que Nick y Maura se han pasado por aquí hace un rato para decirme que se irán de fin de semana... Los dos solos.

―Y te han dejado a Logan―. Dijo seguro de que ese era el verdadero motivo por el que su madre había llamado ― para presumir de tu nieto y todas esas cosas ― finalizó, puesto que si sólo hubiese sido la noticia de que esos dos se iban de fin de semana a quién sabe dónde, le hubiese mandando un mensaje, o se lo hubiera contado el domingo durante el almuerzo.

'Más o menos'

Aquello hizo que Finn borrara la sonrisa de su rostro ― ¿Qué quieres decir?

'Stanley me ha llamado. Está enfermo y tengo que ir a atender la cafetería, así que digamos que, al menos mientras trabajo, Logan no estará conmigo, precisamente'

Una sonrisa tonta volvió a aparecer en su rostro cuando se dio cuenta de lo que aquello significaba ― Millie estará que no cabe en sí de gozo.

Millie y Finn se conocían desde que tenían once años, la castaña se había mudado de Londres puesto que a sus padres les ofrecieron estar a cargo de un proyecto de investigación importante en Canadá. Debido a eso, la dejaban sola la mayor parte del tiempo, o con sus hermanos, pero cada uno hacía su vida, por lo que casi era lo mismo que estar sola. Así que cuando la profesora le había hecho sentarse al lado de Finn, de inmediato se hicieron amigos y comenzaron a pasar cada vez más tiempo juntos.

No era raro que Millie, después de la escuela se fuera directo a casa de Finn. Ambos pasaban tardes enteras jugando, haciendo tareas y viendo televisión en la casa del muchacho. Y si bien su casa era mucho más grande y llena de comodidades, ella prefería el calor de hogar que emanaba de la casa de su amigo.

Mary se convirtió en su segunda mamá. Ambas se adoraban. Así que cuando lamentablemente el padre de Finn murió, Millie no dudó en llevarse a Mary con ella.

Finn en un principio se había negado. Pero luego comprendió que ambas se necesitaban. A su madre le dolía estar en una casa en la que todo le recordaba a su marido. Y Millie necesitaba con urgencia el cariño maternal que no encontraba en Kelly, su madre.

Además, Nick estaba con el tema del embarazo de Maura, ser padres primerizos era una locura para ambos. Tener a Mary dando vueltas por ahí, hubiese significado más caos para el pobre de su hermano mayor. Y él solo tenía un piso de un ambiente, por lo que ambos se habrían sentido incómodos al ocupar el espacio del otro.

Pero no Millie.

A la británica no le gustaba alardear, pero siempre había tenido dinero. Sus padres siempre le dieron todo lo que pudieron en cosas materiales para suplir las ausencias debido al trabajo.

Así que la chica, aunque no era la típica niña rica, siempre le gustó vivir bien. Tener espacios grandes en cada habitación de la casa. Y luego su trabajo le permitió seguir viviendo de la misma manera. Millie no se avergonzaba de sus gustos, pero jamás se los imponía a nadie. Era una de las cosas que más le gustaba de ella.

Cuidando a mi SobrinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora