Capítulo 9.

641K 65K 73.8K
                                    

Emily

Hoy estoy feliz. Más feliz que ayer y menos que mañana. No me saco de la cabeza lo que hizo Magnus después de la cena. Y, lo admitiré, quiero besarlo. Estoy tan contenta que me he puesto un vestido coral suave que tiene un delgado listón azul en la cintura y tirantes recubiertos de flores de ambos colores. En el corsé —porque, sí, estoy usando uno por él— y en la falda se encuentran esparcidas un sinfín de perlas de diversos colores que avivan el traje y que a mí me hacen recordar las chispas de un pastel.

A diferencia de los días anteriores, hoy no hubo reunión. Estamos todos en las caballerizas del palacio y, por ende, estoy sufriendo como si una flecha me estuviera atravesando el pecho. Me tiemblan las manos, el corazón se me acelera y siento el nerviosismo recorrerme el cuerpo como hormigas. Es horrible. Los caballos están demasiado cerca y lo peor es que pretenden que me suba a uno. No lo haré. Dicen que viajaremos hasta un lago y la verdad es que prefiero irme caminando.

—Todo va a estar bien. —Stefan me sigue cuando me alejo. Voy directo a la parte de atrás, lejos de los animales. La botas de montar que lleva puestas hacen crujir el césped y la forma tan calmada en la que me habla me hace recordar la época en la que estábamos juntos—. Puedo ir contigo, si así lo prefieres. No dejaré que nada te pase y los caballos tampoco te harán nada.

—No te quiero cerca, pero agradezco el ofrecimiento. —Me aparto cuando trata de tocarme—. Lo digo en serio. No hagas el papel de héroe, que ya me has demostrado que no lo eres.

—Solo trato de ser amable. No tienes que ser agreste, cielo.

Me freno en seco y me giro hacia él. Ya estamos al otro lado. Aquí nadie nos escuchará.

—¡No me llames así, Stefan! —El miedo se convierte en furia. Estoy cansada de caminar en círculos cuando se trata de él. Siempre es la misma discusión, los mismos reclamos, las mismas situaciones. Es agotador—. ¡No vuelvas a llamarme así jamás en tu vida! Deja de actuar como si te importara. ¡Estás casado! Y no hay ninguna oportunidad para nosotros.

Le entregó esa estúpida pulsera a su esposa, duerme con ella y estoy segura de que, en esa ocasión en la que fui a su habitación, habían estado juntos y por eso la cama estaba desordenada, por eso Lerentia estaba tomando un baño y por eso su ropa estaba arrugada. No quería aceptarlo, no quería pensar en eso; sin embargo, no soy estúpida. Lo noté, me di cuenta. Supongo que hacerme la desentendida solo fue un mecanismo de defensa. No voy a reclamarle nada, no vale la pena. Seguir peleando con él es cosechar emociones cuya raíz quiero cortar.

—Puedes odiarme, ¿de acuerdo? Puedes no querer saber de mí, pero no creas que Magnus es muy diferente al hombre que crees que soy. Solo está jugando contigo.

—Puede, aunque seguro no más de lo que jugaste tú conmigo.

—¿Opinas en serio que su interés hacia ti es genuino?

No quiero escucharlo, no quiero que me enrede la cabeza. Mantengo mi posición y camino de vuelta; somos un gato y un ratón. Veo a Atelmoff a la distancia mientras espera a que le ensillen el caballo y voy hacia él, dispuesta a alejarme de Stefan. Lo frustrante es que él me sigue y es asfixiante. 

En mi camino, igual que un rayo, se atraviesa Magnus. Va montado en un caballo negro con una brillante crin oscura trenzada. Hoy, al rey de Lacrontte el cabello se le ve mucho más rubio debido a la luz del sol y le cae desordenado sobre la cara gracias al viento.

Los botones desabrochados de la camisa me permiten ver la cadena que le cuelga del cuello. Se aferra con las manos enguatadas y grandes a las riendas del animal. Luce poderoso, experimentado; no obstante, mi instinto esta vez no es quedarme mirándolo, sino dar dos pasos atrás. Para mi mala suerte, en mi huida me choco con el pecho de mi carcelero.

Las cadenas del Rey. [Rey 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora