La luz del sol le daba directo a la cara, era cálida y suave pero también algo molesta, más aún con la resaca que la chica llevaba encima. Se escuchaban los pájaros cantando afuera, aunque apenas era audible para su suerte. Volteó y quedó con la mirada puesta en el techo y luego de quedarse unos cuantos minutos pensando en la nada misma, se incorporó en el sofá y observó el reloj que había en la pared de la sala marcando las 12:37.
Quizás parecía tarde, pero terminó por dormirse a altas horas y prácticamente llevaba encima solo 5 o 6 horas dormida. Claro, eso sería sin contar las veces que se había despertado en medio de la mañana / madrugada por algún sueño tonto o porque simplemente su horario de sueño era una reverenda mierda. Y hablando de sueños tontos, como si un vaso de agua helada fuera lanzado a su rostro, recordó lo que había sucedido por la noche y todas las cosas que había contado respecto a su novio y aquella situación que ahora estaba viviendo.
— Hey, buen día.
Pao se asomaba desde el pasillo que conecta la sala a las habitaciones, al parecer se habia dado una ducha y vestido, pero aun conservaba esa cara de haber bebido demasiado la noche anterior. Se quedó en el umbral viendo a su amiga, la que siempre estaba tan radiante ahora parecía una muñeca de trapo hecha pedazos, se veía arruinada realmente. Sonrió de lado, realmente el amor era una basura cuando uno solo es el que ama verdaderamente y entrega su corazón, o al menos eso parecía desde este lado de la carretera.
— Buen día, Pao. -su voz estaba muy ronca, se escuchaba muy quebrada- Ya es mediodía ¿y Jade?
— Oh, el amor. El amor es tan puto raro aveces. Su novio le llamó y salió disparada como si tuviera fuegos artificiales en el culo. Voy a prepararte el desayuno.
— No, deja, debería irme, ya es hora del almuerzo prácticamente.
— No fué una pregunta. -pausó y se acercó a la estufa mientras prendia el fuego- Voy a prepararte el desayuno, vamos a hablar y luego voy a mimarte todo el día.
La pelinegra se dispuso a prepararle el desayuno a su amiga a la vez que le ordenó que se duchara, ella luego le alcanzaría algo de ropa para que esté más cómoda. Iba a hacerle un buen chocolate caliente con un detalle especial que le gustaba, tenía también una galletas con chispas las cuales eran las favoritas de la chica, realmente le encantaban y se sentía feliz de conocer ciertos gustos privados de Ana.
Mientras ella hacía eso, la otra chica estaba en la ducha. Estaba sentada en la bañera mientras el agua de la regadera caliente caía en su cabeza y espalda, estaba prácticamente hecha una pequeña bola. Se sentía terriblemente mal, sabía que no era el fin del mundo por un chico, pero no era un chico cualquiera o alguien de una noche. Realmente estaba enamorada de él y quería asesinarse a sí misma por ello. Se juró nunca enamorarse desde algunos problemas que tuvo en su primera relación. Sus siguientes parejas eran buenas y tal pero a ella solo le gustaban, no sentía amor. Pero con este chico fue distinto desde la primera vez en la que se vieron a los ojos.
— Ugh. Ojalá nunca le hubiera conocido...
Al salir de la ducha, se puso algo de ropa que Paola le había dejado en el baño. Y ya ahora mas presentable fue al comedor donde le esperaba un gran desayuno y su amiga lista para matarla por no haberle contado antes de que todo se había ido al carajo. Suspiró pesadamente, al menos estaba algo feliz de que se preocupara por ella y no sea tan vacía como el resto de chicas que fingian una amistad con ella. Tenía suerte de que Pao y Jade sean reales, aunque no pasaran tanto juntas ni se hablaran mucho, cuando una necesitaba a las otras siempre estaban. Se sentía agradecida por ello, ya llevaban cerca de once años de amistad y lo valoraba mucho.
— Bien, ha llegado el gran momento del show. Me vas a contar y yo te voy a medio regañar y medio aconsejar con amor. Así va a ser esta charla ¿te parece? -dijo la pelinegra sonriendo-
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No Buses.
Random- No hay autobuses luego de las once. - Tampoco es como si quisiera irme ¿sabes? Me detuve un momento, mis ojos aún se sentían pesados y me dolía el pecho. El sabor de la cerveza aún permanecía en mis labios. Realmente no me quería ir.