El primer día de clases...
Es de mañana, el cielo está despejado. El Sol en lo alto muestra que aún es verano. Lindo día para ir a la playa. Es el primer pensamiento que se cruza por mi mente. Pero caigo en el abatimiento de saber, que esos pasatiempos quedaron atrás, ahora solo corresponde enfrentar el deber.
Camino a paso lento, sin ganas. Nunca fui de aquellos que se entusiasman con entrar a clases. No es que no me agrade estudiar, pero nunca sentí un gran aprecio por las aulas.
Visto de traje escolar, chaqueta de color azul oscuro, pantalón plomo, camisa blanca y una corbata de color negro que me aprieta más de la cuenta. En el bolsillo de mi chaqueta va la insignia del establecimiento educacional donde curso mis años de escolaridad. Se aprecia a dos leones fieros, enrabiados. Ambos se miran con desprecio. En el centro, hay un gran corazón, y en letras remarcadas el nombre de la escuela: "Santo Domingo". La institución no tiene nada de "Santo", incluso me atrevería a decir, que no enseñan por el amor a educar, sino que a la ganancia que obtienen de las familias más acaudaladas de la nación. En este colegio va lo más granado del país, los hijos de la elite.
A mí, el dinero me va y me viene, nunca ha sido mi preocupación, quizás porque nací en una cuna de oro, y nunca me ha faltado nada. Así me dijo una vez mi "nana". Ella no me quería mucho. La comprendo totalmente. Era un pequeño irritante, capaz de sacar de quicio al instante.
—Como estuvieron tus vacaciones.
Conozco esa voz, miro por detrás. Es Sergio, mi gran amigo, compañero de curso desde primero básico.
-—Bueno, como de costumbre...playa, fiesta y el infaltable play...
Le respondo. El sonríe, sabe de lo que hablo, es la hoja de ruta que todos hacemos nuestra cuando los días sin el colegio encima, nos permiten disfrutar de la vida como Dios manda.
-—Y conociste a alguien, alguna "amiguita".
Le guiño el ojo. El entiende completamente.
—¿Y cómo te fue a ti?
Mete las manos en sus bolsillos, levanta sus hombros y con una sonrisa a medias, responde:
—Bien, lo de siempre, en la casa de mis padres en la playa. Sin mucho que hacer.
Entiendo lo que me quiere decir. Su rostro amurrado da cuenta, que la pasó como suele hacerlo cada verano, solo, en una de las mansiones de sus "viejos".
Estoy llegando al portón de la escuela. Es de madera, alto, con forma de arco. Sobre él, en grandes letras, el nombre del establecimiento. Miro desconsolado. Sé que una vez que cruce la puerta, dejare atrás los días alegres del verano, para sumirme en aquellos días tristes del colegio.
Suspiro, lo hago en señal de despedida de días que no volverán, pero a la vez, con la pena de saber que no hay marcha atrás, hoy es el primer día de muchos que vendrán tras los muros de este lugar. No importa, reflexiono, este es mi último año, ya el próximo estaré libre de estas ataduras, y por fin, entraré a la universidad.
-—Ahí está Angélica —dice Sergio. Miro hacia donde apunta con la mirada. Efectivamente ahí está. Bellísima, cada día que pasa se ve más hermosa. Llegó hace cinco años. Su entrada no pudo ser más triunfal. Llevaba el cabello tomado por detrás. Vestía su uniforme de manera impecable, una falda que le llegaba un poco más arriba de la rodilla, camisa blanca, medias del mismo color y la infaltable corbata. Se veía preciosa. Más su mirada algo tímida, la hacía ver casi pidiendo a gritos que la protegieran. Era y es, la más hermosa del colegio. Posee tez blanca, rostro ovalado, mirada que deja atontado, y una sonrisa de princesa. Ni hablar del color de sus ojos, azules como el cielo más intenso. Hasta diría que cuando te mira, te sientes en otro planeta.
YOU ARE READING
Mi nueva maestra
RomanceLa llegada de la nueva maestra, desata los deseos en Arturo, su alumno. Una profesora voluptuosa y sensual, que enseñará lo que no está en los libros de clases. El deseo llega a la sala de clases.