Su cara reflejaba paz,
pero en su cabeza se desataba una batalla.
Contra sí misma.
Sus dos voces,
opuestas,
luchaban.
“No le importas”,
“te quiere, ¿por qué iba a mentirte?”.
“Haz eso”,
“no, te arrepentirás”.
“Venga, háblale”,
“¿y si no tiene ganas de hablar conmigo y resulto pesada?”.
“Mírate, ¿cómo puedes siquiera salir así a la calle?”,
“tampoco estoy tan mal”.
“La vas a cagar como siempre”,
“dale una oportunidad, no tengas miedo”.
Y eso es sólo una pequeña parte
del universo
que tenía dentro
de su incesante mente.