La habitación se encontraba completamente obscura, nuevamente ya era de madrugada y yo no podía conciliar el sueño, simplemente por sufrir nuevamente de insomnio.
Un fuerte movimiento en mi cama hace que me asuste, pero al sentir algo peludito, tal y como un peluche, me relajo. Jia Vi ha decidido dormir conmigo esta noche. Volteo a verla con calma, sintiendo su fría naricita rozar mis dedos cuando acerco mi muñeca a ella, un pesado suspiro me da a entender que está chillando. Pero no un chillido de estar lastimada, sólo que el tacto que le doy bajo su oreja le provoca una profunda relajación. Rápidamente me siento, aventando las sábanas para recorrer unas cuántas almohada y darle espacio a mi perrita, quien en cuestión de minutos se acerca lentamente hasta dejarse caer a un lado mía. La cubro con las el edredón únicamente para no llegar a acalorarla demasiado, aunque el clima esté helando fuera de la seguridad de mi cama.
Siento como se hace bolita entre mis brazos tras rodearla, sintiendo calma al contacto con el calor que emana su pequeño cuerpo, sin que lo note, ya me he dormido.
Pero, al avanzar de unas cuántas horas más, abro los ojos por un terrible frío que hace que me encoja en mi sitio. Volteo a los lados en busca de mi peluche, de mi pelusita. Pero no la encuentro, hasta escuchar un continuo rasguñar bajo mi cama. Tomo mi celular y activo la linterna, asomándome sin bajar de la cama, dejando que mi cabello cuelgue y toque el suelo; puedo ver como la colita peluda de mi perra sobresale de entre unos discos de mi infancia, puedo verla rasguñar erráticamente contra la cabecera, desde la parte inferior.
—Jia Vi... Jia VI, bebé, ven... Ven Jia Vi...
Repito una y otra vez, intentando llamar su atención, preocupándome de que se encuentre algún tipo de insecto debajo. Aunque sea un perro listo y conozco sobre cazar y alejarse y todas esas cosas, me preocupa que se trate de algún animal venenoso. Así que con todo el esfuerzo del mundo, intento alcanzarla, hasta rozar su collar blanco de perlitas a petición de mi madre, pero no reacciona de la manera que yo espero, recibiendo una fuerte mordida que hace a mi dedo del medio e índice sangrar.
Me aguanto algún grito o mivimiento demasiado brusco que provoque mi caída o que golpee mi cabeza contra el suelo. Me reincorporo en mi cama, viendo como Jia Vi sale de abajo para luego subirse y mirarme fijamente.
Extiendo mi mano que no está lastimada para acariciar su cabecita, al instante chilla, parecía como si se arrepintiera, dando unos "pasos" hacia mí y lamer mis dedos heridos. Simplemente sonrío y la acuno entre mis brazos, siendo yo quien le da calor ahora. Nos recostamos de nuevo, acomodándola para que yo no la aplastara.
Cierro mis ojos, ignorando el dolor en mis dedos para no despertar a mi bebé que ya se encuentra roncando, durmiendo plácidamente. Se ve tierna cuando no intenta morder a su hermanita o ignorándome. Masajeo su cabecita, escuchando como se "desinfla". Realmente es relajante acariciar a tu perro, es especial en la noche. Siento mis ojos cerrarse poco a poco, dejando de acariciarle al ver como mi mano ya está pesada, dejándola a un lado suya.
Pero... De nuevo esos rasguños frenéticos vuelven, aunque en un principio los ignoro, cuando ya es suficiente, nombro a mi perrita en voz alta, con la intención de que deje de hacerlo, pero su gruñir hace que abra los ojos de golpe. Viendo como le gruñe a la orilla de mi cama, estando a un lado mía todavía, los rasguños vuelven, pero mi mascota está a mi lado.
Por mi mente pasan muchas cosas, quiero creer que es mi otra perrita, pero no, ella se encuentra en la habitación de mis padres. El cual está en otro piso, apenas es un bebé, no puede bajar ni de chiste. Jia Vi comienza a ladrar de manera horrible, rasguñando la pared desde lo alto, me asusto más al ver como ella ladra, pero los rasguños no cesan.
Me entra el pánico, haciendo que me levanta, sin poner un pie en el suelo. Corro a tomar entre mis temblorosas manos mi celular y subirle la linterna hasta el nivel 5, recibiendo una advertencia de quemaduras de primer grado. Simplemente paso de largo y me vuelvo a asomar, tal y como lo había cuando mi mascota se encontraba debajo. Me siento completamente identificada con esas películas de miedo que ven bajo la cama y de la nada sale una persona mal vestida, con pésimos efectos especiales, que los agarran por el cuello y se los llevan a no sé donde, desapareciendo. Pero no... Siendo cien por ciento sincera, me alivia el no encontrar nada. Nada más que mis discos de Disney y ya. Nada de sombras, nada de ¡manos o yo que sé!
Simplemente no encuentro ni veo nada, vuelvo a levantarme, viendo como mi mascota ya se ha acomodado sobre mi almohada sin apartar la mirada del hueco que hay entre la pared y mi cama, siendo un espacio de no más de 3 a 5 centímetros de espacio.
Miro la hora que marca mi celular, son las 4:35 de la mañana. Ya falta poco para que salga el Sol, no me queda de otra más quedarme despierta, porque después de este susto, ¿quién podría dormir?
Además, me siento a salvo junto a mi perrita y con los ojos bien abiertos. Teniendo la paranoia de cuando baje el pie, una mano me tomará del tobillo. La sugestión me da más pánico, así que prefiero mantenerme inmóvil sobre mi cama hasta que la luz del Sol ilumine mi cuarto... Siendo así, otro de esos días que algo me quita el sueño.