Tomaré tu mano

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La sorpresa de Arthit fue evidente en su rostro cuando vio a su novio, Kongpob, viéndolo fijamente. Namtarn le había llamado llorando por su novio, Jay, lo cual lo puso en un dilema. No podía solamente dejar llorando sola a una chica; además, Namtarn era buena amiga suya.

Sabría que Kongpob entendería, pero eso no significaba que Arthit estuviera totalmente de acuerdo en dejarlo. Le gustaba pasar el rato con su novio.

Aún así, Arthit escogió a Namtarn. Ahora desea no haberlo hecho.

Arthit había llamado a Kongpob, pero su novio siguió caminando con la cabeza baja, como en un desesperado intento por hacerse invisible. Había seguido a Kongpob sin dudarlo y cuando Namtarn le preguntó qué sucedía, Arthit le dijo que la llamaría luego porque ahora mismo Arthit necesitaba arreglar las cosas entre él y Kongpob. Tenía que resolver el malentendido.

Namtarn será siempre su primer amor, pero quien tiene su corazón ahora mismo es Kongpob y Arthit lo ama más de lo que pensaba. No quería que hubiera ninguna duda en la cabeza de Kongpob. Arthit ya le había dicho que él es la persona más importante en su vida por el momento y así seguiría en el futuro.

No esperaba el número de personas caminando y Arthit perdió de vista a Kongpob por unos segundos antes de oír una conmoción no muy lejos de él. Había gritos y al principio a Arthit no le importó ya que estaba demasiado concentrado en encontrar a su novio, pero vio que una pequeña multitud empezó a formarse y Arthit alcanzó a ver un uniforme pulcro y una familiar cabellera.

A Arthit se le heló la sangre. Ni siquiera fue consciente de que estaba caminando, pero sus pies se movían solos, deseando con cada paso que el chico fuera sólo alguien que se le pareciera, que Kongpob estuviera en otro lado casi llegando a su dormitorio.

Pero sí era Kongpob, su novio, recostado en el suelo con sangre en su cabeza y en su camisa. Arthit no dudó en abrirse paso entre la multitud, agachándose al lado de Kongpob cuyos párpados comenzaban a cerrarse. Arthit tenía miedo de tocarlo porque no sabía cuánto dolor sentía su novio, así que dio toquecitos a las mejillas de Kongpob para mantenerlo despierto. Arthit había leído algo sobre mantener con los ojos abiertos a la gente accidentada, pero su novio cerró los ojos y las lágrimas de Arthit empezaron a caer.

Miró alrededor. Alguien ya había llamado a la ambulancia y a lo lejos podía oír la sirena de una patrulla. A unos metros del cuerpo de Kongpob, había otro hombre tirado con su motocicleta estrellada contra un poste.

A Arthit no le importaba el otro hombre. Todo lo que le importaba ahora era Kongpob y sólo Kongpob. Sostuvo las manos de su novio. Aún estaba tibio. Arhtit buscó su pulso, aún tenía.

Inclinó su cabeza y lloró. No le importó si la gente alrededor lo veía o empezaban a hacer suposiciones. En ese momento, a Arthit sólo le importaba Kongpob.

—Por favor —sollozó Arthit—, no me dejes todavía.

»Aún te necesito, Kongpob.

Con cuidado le retiró a Kongpob el cabello del rostro. Arthit juntó sus manos y las colocó sobre el pecho de Kongpob. Entonces, susurró:

—Kong, por favor —suplicó—, por favor que estés bien. Por favor.

»0062 te ordeno estar bien —no importaba lo mucho que suplicara, no hubo respuesta por parte de Kongpob.

La ambulancia llegó y los paramédicos empezaron a acomodar a Kongpob en la camilla. Arthit se negó a dejar ir las manos de su novio, y cuando los paramédicos le preguntaron si era familia, Arthit dijo:

—Soy su novio.

Los paramédicos se miraron los unos a los otros antes de dejarlo subir a la ambulancia.

Toma mi manoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora