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—Sí —canturreó—. Todos ellos son orgullosos, Agasha. Diles que se equivocan en algo y aunque tengas razón, prepárate para sangrar. En el caso de Hades, él nunca se hizo de una buena reputación ni entre su propia familia, mira que tampoco es un angelito y el hecho de que su propia esposa lo odiase más que cualquier otro ya decía mucho de lo pésimo que era ese tipo para expresar sus buenas intenciones.

Ambas pausaron sus bocas por un momento hasta que Agasha retomó la charla.

—Qué historia.

—Sí, y de ahí parten a más ya que dicen que Sagitario amaba a Athena. Y que ella le correspondía.

—¿De verdad? —Agasha se sentó por la sorpresa para mirar pasmada a Hedoné.

—Es sólo un rumor, aunque se piensa que luego de esa batalla, Athena pidió a Perséfone unir el alma de Sagitario con la de ella para que el renaciera donde ella estuviese —la cara de piedra de Agasha hizo reír a Hedoné—. ¿Ya dije que eso es un rumor, cierto?

—Eehh, sí... eso creo. E-es sólo que... es impresionante. ¿Y si fuese verdad?

Hedoné volvió a desligar el asunto.

—No me incumbe —dijo desinteresada—. Entonces... volviendo a lo que nos trajo acá, ¿qué viste en el cielo?

Agasha bajó la cabeza. Ya no escuchaba nada.

—Oía... algo.

—¿Algo?

—Como... un viento raro y zumbidos. No sé describirlo —meció su mirada de izquierda a derecha tratando de buscar las palabras adecuadas.

—¿Y ya te has comunicado con Nyx? A lo mejor ella sabe algo.

Al verse a los ojos, Agasha asintió.

—Eso si no está con el señor Érebo todavía —musitó algo apenada de poder interrumpirlos luego de siglos de no verse.

—Inténtalo, si sientes algo mal entonces ella debería hacerte caso. Eres una de sus Sỹdixx y como tal debes reportar cualquier anomalía que puedas presentir.

Agasha volvió a asentir.

—¿Tú verás a Apolo?

—Lo intentaré, de hecho, preferiría ir con Artemisa y Selene primero. Ambas son del mismo bando que Nyx y si ellas dos no pueden decirme nada, iré con el niñito brillante. Pero requeriré tiempo...

—¿Qué harás? No puedes dejar el cuerpo de Edesia así como así.

—Sí puedo —masculló pensativa—, pero necesito una buena coartada. ¿Me ayudarás?

Mentirle a la señora Tábata, quien había sido muy amable con ella, era difícil para Agasha. Pero si el mundo estaba en peligro mortal, entonces como cualquier guerrero iba a sacrificar parte de su honesta alma para salvaguardar la vida.

—Lo haré. Tú mantenme prevenida.

—Escucha, en dos días Edesia enfermará de fiebre. No morirá, pero será una fiebre grave.

—¿En serio? —Agasha hizo una mueca de sorpresa y desacuerdo—. ¿No hay nada más?

—Sólo así podré asegurarme de que este cuerpo se mantendrá en este sitio que resguardo con mi cosmos sin que nadie lo perturbe. El doctor que vendrá es un inepto —chasqueó la lengua—, lo sé porque siempre he tenido que curar yo misma a Calínico y Demóstenes cuando se enferman. Ya me encargaré de él después, pero por ahora me será útil.

Dado a que Agasha no sabía de qué médico hablaba Hedoné, no podría saber de quién hablaba para tener cuidado con el sujeto. Pero si la diosa iba a encargarse de él por fraude, no metería las narices, quizás solo lo mantuviese vigilado.

—¿Por qué dos días? —inquirió Agasha a Hedoné—, podrías enfermar ya mismo, ¿o no?

—Demasiado fácil —negó con la cabeza—. Y demasiado sospechoso. Mañana me aseguraré de ir al río con Demóstenes y Calínico; ahí pescaré el resfriado. Al día siguiente, estaré más enferma que nunca. Recuerda, este cuerpo no morirá a menos que yo así lo diga.

—Pobre señora Tábata, ella no lo sabe.

—Pobre señora Tábata, ella no lo sabe

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𝐿𝑒𝑛𝑔𝑢𝑎𝑗𝑒 𝑪𝒐́𝒔𝒎𝒊𝒄𝒐 | #Decretos_Divinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora