《 Capítulo II 》

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Una vez más, allí estaba, observando atentamente a su compañero. Ese prodigio que lo cautivó desde la infancia. No solo un amigo, tal vez, incluso parte de su familia.

Su compañero de aventuras y travesuras ya se había esfumado hacía ya tanto tiempo, dejando atrás solo un sendero de lamentos y lleno de grietas. Su mirada derrochaba tristeza pura. Se lo veía mal.

Su amigo no se sentía bien. Por parte de mucha gente recibió castigos y abusos. Cosa que nunca admitió en voz alta. Sino que sus ojos avellanas lo delataban. Lo único que no cambió de él fue que seguía llevando consigo su violín.

A partir de los 8 años el pobre chico comenzó a ser maltratado por parte de sus padres. A eso se le sumó su bajo autoestima. Y que poco a poco empezaba a cuestionarse más y más cosas.

Llegó al punto de cambiar su personalidad drásticamente, de ser alguien super alegre y extrovertido, a ser serio y callado. Eso pasó luego de encerrarse a los 11 años en su habitación y no salir durante dos semanas. Seguía tocando, aún mientras sollozaba, pero se mantenía una canción constantemente, siempre la misma. Y esto lo sabía ya que cuando fue a animarlo a su casa, pudo escuchar llantos y la repetitiva serenata desde el otro lado de la puerta. Lo único que recibió de su parte fue un grito con una sola palabra: "Vete".

Su amigo. Su compañero. "Su hermano". Su nombre era Tomás.

El portador de una voz extremadamente armoniosa y con dotes en el violín que eran impresionantes.

Chico con problemas de confianza. Rencoroso. Y poco motivado.

Nunca fue deseado por sus padres. Por eso la madre lo detestaba, diciéndole que era inútil y miles de insultos más, ni siquiera quería disimular su odio. Odio a su propio hijo. Mientras que su padre lo golpeaba. Incluso cuando había gente en la casa, presenciando todo.

En el colegio la situación no era muy distinta.

Luego de su etapa de encierro a los 11, no volvió a sonreír. Y eso le causó repugnancia a sus compañeros, asi también perdiendo a sus amigos y causando que comenzara a sufrir bulling. Desde susurros insignificantes, hasta golpes. Pero lo peor de todo, es que no se defendía.

Y ese muchacho que se hayaba observando, era José. Chico que lo apoyó como pudo con sus problemas y lo defendía si estaba a su alcance. Su amigo de la infancia. No lo juzgaba. No lo veía de mala manera. Lo cuidaba.

Pero no iba a poder protegerlo toda la vida. Algún dia sus caminos se separarían. Pero hasta entonces busca maneras de hacer que el violinista salga de su coraza y se vuelva más independiente.

Se notaba desde lejos que le ponía esmero al tocar. Lo sentía.

Como si tocar fuese la única manera de permanecer intacto, sin un silencio agobiante de preguntas.

Solía preguntarse que ocurría dentro de la cabeza ajena, como si el misterio lo motivara a ayudarlo. Pero, era consciente de que ese no era el motivo real.

En realidad, el motivo, no lo sabía.

 「 Un sonido melancólico 」(Hiatus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora