Prólogo

21 2 1
                                    

_________________________________________

El vasto y profundo cielo de la noche, que se extiende por el universo revestido de estrellas, es sin duda alguna, uno de los paisajes más hermosos que puedan existir. Un lugar mágico para algunos, y que diversas civilizaciones a lo largo de la historia de la humanidad han intentado estudiar para explicar los fenómenos de la vida, de las personas, y de la naturaleza. Pero su belleza se debe a aquellos faroles que cuelgan en el espacio, resplandeciendo entre la oscuridad con un brillo esperanzador, decorando la soledad con su compañía, e iluminando los corazones de quienes sienten, aman y sueñan.

En ocasiones se puede ver una lluvia de estos luceros atravesando el cosmos en una carrera ligera y solemne contra el tiempo y el espacio. Un espectáculo que las personas admiran y al cual han atribuido una multitud de leyendas y supersticiones. Sin embargo, una de las más conocidas es aquella de pedir un deseo antes de que se vayan, así como se piden deseos cuando un año ya se ha ido.

Aunque… se debe tener cuidado con lo que se desea…

[…]

Hace veinte años un joven entrenador de la región de Hoenn emprendía una aventura para completar su Pokédex local. Este dispositivo de alta tecnología registraba y entregaba la información de un Pokémon con tan solo avistarlo, gracias al esfuerzo de quienes tiempo atrás habían conseguido completarla y compartir sus bases de datos con los profesores de cada región.

Muchos entrenadores simplemente iban a algún rancho Pokémon o a un parque para así disponer de los datos que necesitaban antes de enfrentarse al alto mando de cada liga, ya que según la creencia popular estos entrenadores eran increíblemente fuertes y podían vencer a los ocho líderes de gimnasio con tan solo un Pokémon. Pero la emoción de recorrer el mundo y aprender en el camino era mucho más interesante para la mayoría, quienes se hacían llamar «entrenadores de la vieja escuela».

Ya finalizaba el año y este muchacho en lugar de disfrutar con sus amigos el festival de las estrellas —celebrado en estas fechas por ocurrir de manera anual durante cinco días—, se adentraba en las profundidades de una misteriosa cueva en busca de un ser especial, del que se hablaban leyendas por su capacidad de conceder deseos.

_______________________________________

Cueva de los deseos, cerca de Hoenn

—¡Milotic, usa Recuperación! —Ordenó el joven mientras su elegante y tierna serpiente marina se enfrentaba a una horda de Solrock y Lunatone, quienes no cesaban de atacar a la bella criatura— ¡Muy bien, ahora Surf!

En aquel momento una gran cantidad de agua comenzó a emanar del Milotic, para luego arrasar contra todos los Pokémon salvajes que se interponían en su camino y así obtener la victoria.

—¡Genial, regresa a tu Pokéball! —Declaró el joven a la par que estiraba el brazo hacia delante sosteniendo la esfera bicolor, cuando de pronto un rayo de luz rojo salió disparado e invadió por completo el cuerpo de su compañero, haciéndolo «desaparecer» y volviendo a la cápsula— Gracias amigo, estuviste increíble y siento que ya casi llegamos.

» Sí, debemos estar cerca. Hasta el momento no había aparecido ninguna horda en toda la cueva. Lo más seguro es que estén protegiendo el lugar donde Jirachi descansa. Se me hace un nudo en la garganta de tan solo pensar que estoy a punto de encontrarme con uno de los Pokémon míticos, ni siquiera sé qué deseo le pediré, tal vez… ¡Ya sé, jaja soy un genio!

Aún quedaban unas cuantas horas antes de que cayera la noche, pero dentro de la cueva parecía serlo desde que habían ingresado, por lo que durante todo el camino el joven iba con una linterna en su mano izquierda. Debido a su intrepidez apenas notaba los Zubat y Golbat que colgaban de las puntiagudas estalactitas y el techo, o la humedad y el musgo que se extendían desde el rocoso piso del lugar hasta ciertos huecos llenos de telarañas. Él solo caminaba y caminaba.

—Espero que el anciano Brendan me haya dicho la verdad; me ha costado bastante atravesar todos esos rápidos para llegar a esta cueva, pero justo hoy la marea se encuentra baja y es la única oportunidad que tengo de investigar esta cueva. Es lo que hay, de todos modos, el festival se hace todos los...

Repentinamente el joven se detiene. Frente a sus ojos se impone una gigantesca roca de unos tres metros de altura en la cual está grabado un dibujo con forma de estrella.

—Esto debe ser, ¡Esto debe ser!, ¡Slaking, usa tu fuerza y saca esta roca de la pasada! —De una de sus Pokéballs aparece un enorme simio con cara de sueño y sin muchas ganas le da un potente puñetazo al obstáculo, haciéndolo trizas y dejando la habitación llena de polvo.

» Regresa ya —dice el entrenador con un poco de tos y con los ojos semiabiertos—. Así que decidiste romperla en vez de empujarla ¿eh? tú sí que eres flojo, amigo.

En eso el Pokémon regresa y a medida que la densa polvareda cae, se comienzan a apreciar unas siluetas rodeando algo, hasta que por fin se vuelven visibles y el joven con incredulidad y admiración enfoca aquello que está en el centro.

—¡Jirachi!... ¿Y Bronzong?

[…]

Luego de una larga batalla entre su Blaziken y su Armaldo contra los diez Bronzong que se hallaban en el lugar, se acerca al Pokémon que duerme sobre una cuna de piedra y observa que en una de las etiquetas de su cabeza pone «Quiero que mis padres revivan».

—Cielos… esto debió ser del viejo.

Pero luego nota que en otra etiqueta dice lo siguiente: «Deseo que May se fije en mí».

—¡PFFF!¡JA JA JA JA JA!¡Nooo viejo, te pasaste!¡Ja ja ja ja!¡Este sí debe ser tuyo!¡Ja ja ja!

» Este viejo, ja ja, el deseo que se le ocurre. Sin embargo —reflexiona luego de calmarse—, lo logró de todos modos. Su deseo fue en vano... Bien, es mi turno de escribir.

El quinceañero saca de su mochila un marcador negro y al darse cuenta de que la otra etiqueta también está rayada, decide voltearla y escribe por el otro lado: «Deseo más deseos». ¡Ahora a registrar a esos Bronzong y a Jirachi en mi Pokédex!¡Mis amigos no se lo van a creer!

_______________________________________

Ciudad Mayólica, Teselia

—¿Mamá nos das dinero para ir a los juegos? —suplican dos pequeños con las palmas juntas y una tierna mirada en sus rostros.

—Lo siento niños, pero el cometa milenario ya casi está por pasar, ¿verdad cielo?

—Así es amor —responde su pareja. Un hombre de unos treinta y cinco años—. Si quieren, pueden jugar con Bronzong.

Es entonces cuando en medio de todo el alegre ambiente del carnaval saca una Pokéball de su bolsillo lanzándola por los cielos y haciendo que aparezca el mencionado Pokémon, de cuyos brazos los chicos se cuelgan para que comience a girar.

—¡Jajaja esto es divertido papi!¡Sí, lo es!

Habían pasado apenas unos minutos cuando una gran luz apareció en el cielo y el murmurar de la gente se volvió un bullicioso escándalo sobre el cometa. Bronzong se detuvo por órdenes de su entrenador y las personas empezaron a pedir deseos en su mente, al igual que nuestro aventurero.

—Es precioso… ojalá hubiera pasado aquel día con mis amigos… quién se podría haber imaginado que ellos… No, eso ya pasó… Solo desearía viajar al pasado y cambiar las cosas…

Aquellas palabras fueron las últimas que pasaron por su mente mientras miraba el cometa, antes de desaparecer sin dejar rastro.

—Mamá… ¿dónde se fue papá?...

_________________________________________


Regyz presenta: Pokémon: El viaje ancestral

Pokémon: El viaje ancestral [Fanfic] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora