Capítulo 2

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"No le temas a sentirte sola, témele a sentirte vacía y estar rodeada de amigos."

Otra vez sonó el timbre, y ambos ojos de Harmony analizaron su alrededor: desorden.

Tuvo otra pesadilla y permaneció enrollada en la manta rosada de su habitación, intentando dormir, y cambiando de posición cuando tenía calor.

Volvió a sonar.

Esta vez se levantó, y, echando atrás las finas sábanas mientras maldecía, musitando, miró el reloj en su mesita, que marcaba las siete, reflejado por la luz mañanera que entraba por la ventana.

Bajó las escaleras de mala gana, con el pelo hecho un estropajo y su pijama aún puesto, se dirigió a la puerta, para echarle un sermón a quien estuviese en su puerta, molestando sus intentos de descansar después de sus comunes pesadillas.

—Estúpido timbre... ¡Ya voy!—Abrió la puerta. —¿Elisa? —A diferencia de su amiga, vió un camión que parecía ser de un transportista. —Oiga, ¡yo no he pedido nada! —Salió de su casa, pero el camión se había ido a toda pastilla.

Luego se fijó en la ventana de la casa de su vecino Jordan, que, al ver que la observaba a través del cristal, le dedicó una mirada furtiva, y éste, no dejó de clavar sus ojos de lobo en los de ella, hasta hacérselos desviar.

Sin pensar mucho en ello, Harmony entró a su casa y abrió la caja de cartón que, el conductor del camión abandonó en su puerta.

Era un asunto muy novedoso, y la curiosidad suele matar.

Finalmente dejó el paquete en la baja mesa del salón.

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—Quién querría mandarme algo?-Pensó.

No tenía ni idea de lo que había dentro.

—Dudo que haya sido algún admirador secreto... Mío no, por supuesto. —Dijo mientras su rostro formaba una mueca.

Harmony no pensó mucho acerca del misterioso regalo, y se distrajo con su móvil, viendo su anime favorito.

Después de ver un par de capítulos, se aburrió y se dio cuenta de que Debby, el caniche blanco de su madre, no estaba.

—Debby, pequeño, ¿dónde estás? —Inquirió Harmony quien se fue curiosa a la cocina, y al no verlo, rápido hacia su dormitorio. —¡Maldición! ¡Ya te volviste a mear en la moqueta! Si es que le dije a mamá que te dejara en el jardín... —Suspiró, llevándose las manos a la cabeza, pensando en el trabajo que tendría limpiando los desechos del caniche de su irresponsable y bipolar madre.

Antes de ir a buscar la fregona con cierta irritación, se encontró con rastros de papel por la casa, como si se hubieran esparcido, y siguió el camino de ellos, temerosa de que ese perro nervioso hubiera roto algo importante.

Siguió caminando hasta que encontró el caniche, con lo que parecía un frasco en la boca, agitando la cabeza de lado a lado y gruñendo.

—¡DAME ESO, PERRO SARNOSO! —La joven se abalanzó sobre la mascota, podía estar rompiendo otro perfume carísimo de su madre, y mientras intentó cogerlo a zancadas sintió una furia, que no se podía acercar a la que desprendió cuando Jordan le cortó un mechón de su cabello.

Más tarde, el caniche se calmó y bajó su pequeña cabeza ante la bronca que la hija de su dueña le dió, como si entendiera lo que hizo, y dejó el frasco en el suelo, lleno de babas.

—Ufff, voy a tener que limpiar esto, ve a tu casita, Debby-Fue al baño con el objeto, encendió el grifo y limpió el curioso objeto.

Cuando terminó, lo secó y lo dejó ahí, junto a los perfumes de su madre.

Delirios De SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora