1. El principio del fin

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Nara

—¡Nara! ¡Vení a ayudarme con esto! —gritó Milagros, mi hermana mayor, desde la cocina.

—¡Voy! —respondí de mala gana.

Miré al enredoso nido de cables en el que me había metido y que había intentado desenredar manualmente. Lancé un exasperado suspiro.

Desenrédate —ordené en malakh, la antigua y mágica lengua arcana, y al instante los cables del equipo de música fueron separándose y enrollándose en diferentes ovillos junto a los parlantes.

—La magia vuelve perezosa a la gente —comentó una voz a mi espalda, haciéndome pegar un respingo. Cuando me di vuelta me encontré con el risueño rostro de Maitei, mi guardián y mejor amigo en todo el mundo.

Y mi ex novio falso.

Después de los develado en La Biblioteca del Tiempo, Maitei y yo ya no estábamos obligados a seguir la farsa de que él era mi alma gemela. Así que decidimos "terminar" o al menos dejar de mentirle a la gente. Tampoco era como si alguna vez fuimos novios de verdad. Nunca lo intentamos. Él nunca me había besado siquiera. Bastaba con que lo deje abrazarme para que la gente ya se hiciera a la idea. Eso mostraba también lo poco simpática que yo era.

Maitei era para mí un hermano mayor o casi un padre. Él había estado conmigo desde que yo era bebé, cuidándome siempre. Me sería difícil verlo como algo más que eso.

Me era difícil imaginarme a mí misma amando a alguien de aquella manera romántica. Aun cuando últimamente me veía rodeada de parejas y romance por doquier.

—Lo sé, pero si no me apuraba ya sabés cómo se va a poner Mili —me defendí, levantándome del piso y quitando el polvo de mis jeans negros—. De todos modos, ¿qué hacés vos acá?

—¿No es obvio? Vinimos a ayudar —exclamó mientras me seguía por el patio interno de mi casa que se había convertido en un caos de sillas, tablones, cables, telas y adornos que aún faltaban por terminar.

—¿Venimos?

—Sí, todos: Sofi, Yem, Alfonsina, Nahuel, Lucas, Thiago, Bren... Todavía falta mucho por terminar y acomodar para la boda, así que recluté la mayor cantidad de gente que pude—comentó con orgullo—. Hasta Mica vino.

La boda...

De Esther y mi papá.

Poco después de haber sido ascendido como Concejal tras la muerte de mi abuelo; mi padre, en un arrebato de locura y escena más cursi de lo estrictamente necesaria, le había pedido matrimonio a Esther.

Simplemente estábamos desayunando una mañana, cuando él irrumpió en la cocina, aún en pijama. Se le plantó frente a Esther, se arrodilló y con el discurso más torpe y empalagoso que escuché en mi vida, le pidió su mano.

Pilar casi se había atragantado con la bombilla del mate y yo derramé mi café sobre la mesa.

Pero Esther, que se había quedado pasmada de la sorpresa, simplemente respondió "sí". El primero sonó muy despacio, pero lo repitió hasta que fueron un montón de "sís" llorosos en los brazos de mi padre. Y, aunque la idea de ver a dos adultos besarse como en las telenovelas podía resultar algo perturbadora, en ese momento los dos parecían un par de adolescentes enamorados.

Ahora estábamos a solo un día para el gran día y todo el mundo se comportaba de manera más alocada de lo normal, y con eso ya era mucho decir.

—¿Qué pasa? —pregunté al entrar en la cocina.

La chica sangre de luna - Arcanos 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora