4. Estado de emergencia

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Lucas

Todo había sucedió muy rápido.

Un momento, Nara y su mamá estaban hablado tranquilamente. Al instante siguiente, ambas habían sido engullidas por el aljibe, de donde comenzó a salir un vapor oscuro y que olía asqueroso.

Cuando nos dimos cuenta de que algo estaba mal, ya era demasiado tarde.

Nadie pudo hacer nada.

Nadie había conseguido traerlas de vuelta. Ni esa noche ni en los días siguientes.

Ya habían pasado tres días desde la boda. Y la recuperación de Nara y Beatriz se convirtió en prioridad absoluta. No solo porque eran familiares del Concejal, sino porque era Nara, la hija de la Luna, la clave de la profecía.

Y todos sabíamos perfectamente quién la había secuestrado: Nocta.


Cuando Nahuel entró a mi casa sin siquiera golpear la puerta, no hizo falta que dijera nada, su semblante sombrío y cansado respondía a mi pregunta sin hacer. Seguían sin encontrarlas.

—¿Estás solo? —preguntó, mirando con curiosidad las puertas de las habitaciones.

—No —respondí sin levantar la mirada de mi tarea—. Thiago está en nuestra pieza investigando posibles guaridas de nocturnos.

—Por suerte se trajo varios archivos de los cazadores con él —comentó Nahuel.

Luego de nuestro enfrentamiento con Nocta y tía Helen, mi primo había venido a vivir con nosotros, más específicamente, en una cama que pusimos donde antes estaba mi vieja batería. Gracias a los cielos, él era un muchacho muy ordenado, sino nuestra convivencia se hubiera visto en peligro.

Pero él no solo había dejado a la Orden, sino que ayudaba en todo lo que podía al Concejo, aportándoles toda la información que le había quedado de su tiempo con los cazadores. Él estaba siendo de mucha ayuda... Al menos mucho más que yo.

—¿Cómo está tu mamá? —preguntó Nahuel, tomando asiento en la mesa. No en una silla, sino sobre la maldita mesa.

—Bajá tu pálido culo de mi mesa —le dije, pinchando su muslo con el lápiz que estaba usando—. Está cansada. Las cosas han estado difíciles para los policías. La mayoría no puede explicarse el incremento de crimines y todas esas desapariciones, los pocos que conocen el Mundo Arcano no dan abasto. Y los que están en la Orden se comportan como unos reverendos hijos de puta —agregué luego.

La noche en que Nara desapareció, la guerra al fin comenzó.

Llevarse a la Elegida solo había sido el primer movimiento de Nocta, su gran entrada.

Desde entonces las desapariciones y los asesinatos habían llegado a otro nivel. A un punto en que ni los medios de comunicación, ni las fuerzas de seguridad, ni siquiera el más inepto de los políticos podía hacer caso omiso.

El país había entrado en estado de emergencia. Nadie salía de su casa solo y hasta se estaba considerando imponer un toque de queda. El gobierno intentó mejorar las cosas con una seguridad más estricta y severa, pero eso solo complicaba las cosas. Una inquietante cantidad policías o gendarmes pertenecían a la Orden del Cazador y se aprovechaban del gatillo fácil para atacar a cualquier arcano indiscriminadamente.

Los humanos normales y los medios hablaban de grupos terrorista, de sectas satánicas, del fin del mundo.

Nosotros sabíamos que la última opción no se alejaba mucho de la realidad.

—A veces extraño cómo eran las cosas antes.

—Y también —respondió Nahuel, y fue entonces que me di cuenta de que había hablado en voz alta—. Solo los dos sentados en el sillón jugando videojuegos o haciendo cualquier cosa tonta que se nos ocurra.

La chica sangre de luna - Arcanos 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora