capítulo veintitrés

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Jungkook se había acostumbrado a la larga espera y nerviosismo de un parto, tanto con el nacimiento de Haneul como el de sus propios hijos. Esperar a que su sobrino nazca era cansador, pero de alguna manera sencillo de vivir cuando conocías todos los pasos. Jimin estaba medio dormido sobre su hombro, porque había insistido en que si Jungkook debía vivir la espera, lo haría a su lado. Por supuesto, sus hijos estaban junto con Taehyung y otros sirvientes. Su hermano, estaba apoyado contra la pared de la habitación, casi gimoteando con preocupación.

—Saldrá bien —susurró Jungkook—. Yoongi es fuerte.

Namjoon lo observó y suspiró.

—Lo sé. Se que es fuer...

Un profundo y estruendoso llanto hizo que Namjoon se congelara en sus palabras y en su lugar.

—Oh Dios —susurró.

—Ese es tu hijo —comentó Jimin y rió suavemente—. ¿Maravilloso, verdad?

Jungkook lo observó a los ojos y asintió. Namjoon asintió fervientemente con el rostro lleno de ansiedad.

—Hubiese amado oír el primer llanto de nuestros hijos —suspiró—. Quizás el próximo.

Jungkook golpeó su pierna y lo observó con una sonrisa nerviosa. No era el momento para soltar algo así, por supuesto al rey, el momento realmente no le importaría demasiado.

—¿Próximo? —Namjoon preguntó aún más exaltado.

—Tranquilo, no estoy esperando ningún príncipe ahora mismo. Mejor concentremos la atención en el primo de los príncipes.

Si lo estuviera. Já.

Las mujeres del palacio estaban completamente exaltadas. Él se iba a casar con el rey ¿Y qué sería de ellas? Lo odiaban tanto como le temían. Si hubiera otro príncipe en camino, no habría forma de calmarlas.

Había pasado poco más de dos semanas desde el anuncio, y el palacio seguía agitado. Todos caminaban con sigilo, preguntándose como cambiarían las cosas a partir de ese momento. Pero ni siquiera Jungkook lo sabía. Claro, las mujeres creían que él lo hacía, que tenía algún tipo de plan maligno para llegar al trono y hacerlas desaparecer, para luego quedarse con el reino. Historias estúpidas que Taehyung le comentaba oír casi todos los días, si no todos.

El cansancio de criar a tres pequeños y soportar tantas habladurías sin sentido, le pesaba sobre la espalda. Pero sabía que no era momento de rendirse. Que cuando asumiera el trono sería aún más difícil. Que Jimin y él tendrían más hijos en el futuro. Tenía que seguir adelante y esforzarse.

—Señor Jeon.

Cuando Jungkook se encontró levantando la cabeza al mismo tiempo que su hermano, quiso reír. Hacía ya largos meses que habría perdido su apellido. Cuando se entregó por completo a Jimin. Y en su momento lo había aborrecido tanto, porque solo era su forma de sobrevivir. Pero bien sabía que el rey, desde la primera vez que vio el fuego en sus ojos, había despertado algo en él. Ahora, tomaría una daga y acabaría con su vida sin pensarlo dos veces, si eso salvara a Jimin de cualquier mal.

—Puede pasar a ver a su hija. El señor Yoongi se encuentra en perfectas condiciones, aunque extremadamente agotado.

El doctor se inclinó respetuosamente, y realizó una inclinación aún más profunda y respetuosa hacia Jimin y Jungkook, antes de retirarse.

—Adelante —lo animó Jungkook señalando la puerta.

—Estoy nervioso.

—No seas tonto, son tu hija y el amor de tu vida. Nada por lo que estar nervioso.

Namjoon suspiró, y dándose ánimo en silencio, entró a la habitación.

Jungkook suspiró y dejó su cabeza caer sobre el hombro de Jimin.

—Ji... —rió nervioso—. Mi señor, creo que sería conveniente enviar una sirvienta que ayude a Yoongi en la casa, ahora que estará tan agotado y ocupado con la pequeña.

—Por supuesto —Jimin asintió, besó a Jungkook suavemente y acercó los labios a su oído—. No veo la hora de que seas oficialmente mi esposo, y entonces ser el único del que escuche salir mi nombre de sus labios. Extraño oírlo, y será como música si viene de ti.

Jungkook asintió con suavidad y devolvió el beso.

Namjoon abrió la puerta y los observó con una amplia sonrisa.

—Me gustaría presentarles a mi hija.

Jungkook saltó de su asiento.

...

Volvieron cuando el sol comenzaba a salir. Jungkook estaba casi durmiéndose sobre sus pies, pero Jimin lo mantenía en pie con gran determinación. Muchos soldados los rodeaban en una vigilia constante.

—No veo la hora de llegar y envolverme en mi frazadas —susurró.

—No veo la hora de llegar y envolverme en tus frazadas —bromeó Jimin.

—A esta altura la habitación real quedará deshabitada.

—¿Y qué?

Jungkook rió, su risa cargada de cariño.

...

Debería haber notado que algo andaba mal, en el momento en que notó la falta de soldados en su puerta. Por supuesto, Jimin lo hizo. Apretó su mano con fuerza y frunció el ceño profundamente.

—¿Qué demonios...? —gruñó.

Empujó a Jungkook detrás de su espalda, y abrió la puerta de un solo golpe.

—¡Por los dioses!

Jungkook se empujó hacia adelante, para poder ver que sucedía. Y cuanto deseaba no haberlo hecho. Cubrió su boca con las manos, y jadeó completamente aterrado.

Jimin lo soltó y corrió hacia Taehyung, quien estaba más cercano. Tomó su pulso y asintió. Sus manos se llenaron de sangre.

—Aún vive.

Pero Jungkook no podía escuchar sobre nada en absoluto. Porque Seokmin no estaba allí. Porque sus otros hijos dormían en una silenciosa tranquilidad, pero Seokmin no estaba allí.

—¡Guardias! —exclamó Jimin con fuerza.

Pronto, dos hombres estaban allí.

—Llamen al doctor ¡Ahora mismo!

Jungkook se dejó caer de rodillas al suelo, haciendo un sonido tan doloroso que por fin logró llamar la atención de Jimin, quien lo observó aún más asustado de lo que ya estaba. Se puso de pie y observó las cunas, una de ellas estaba vacía.

—¡Mi hijo! —exclamó Jungkook, el grito rompiendo el gélido silencio—. ¡Por los dioses, mi hijo!

Lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas a una increíble velocidad.

—¡¿En dónde está?!

Jimin se dejó caer a su lado y tampoco pudo evitar la cascada de lágrimas que invadió su rostro.

—¡Mi hijo!

Jungkook sujetó con fuerza la camisa de Jimin y lloró con fuerza sobre su pecho, dejándose ir, deshaciéndose en llanto que pronto fue seguido por el de sus pequeños hijos. Jimin lo envolvió en sus brazos.

—¡Jimin! ¡Nuestro hijo! ¡Seokmin!

Jimin gruñó con desesperación y abrazó a Jungkook con aún más fuerza. Ahora mismo, su nombre sonaba como hierro hirviendo sobre su piel, aún saliendo de los labios de su amado.

—¡Encuentren a mi hijo! —gruñó hacia los soldados—. ¡Búsquenlo ahora mismo! ¡Y encierren a cualquier sospechoso! Si no lo encuentran, caerá sangre de mis propias manos para cobrarme la suya.

—¡No! —sollozó Jungkook con fuerza.

Entonces se inclinó hacia un lado, y vomitó todo lo comido aquel día. Y lloró hasta sentir su garganta casi desgarrarse. Y Jimin lloró con él, hasta que se desmayó por el profundo dolor en su alma y cuerpo.

His |Jikook Adap.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora