PRÓLOGO

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La piedra daba pequeños saltitos sobre el adoquinado de la calle mientras un pie distraído la estaba dando golpes.

La posición de las manos, escondidas en los bolsillos delanteros de un pantalón de pana beige recién lavado indicaban indiferencia.

La corbata medio desatada, un claro signo de frustración y uno de los picos de la camisa sobresaliendo del pantalón dejaba entreveer un descuido de sí mismo considerable.

Un pelo relativamente largo, cobrizo y desaliñado se encontraba a merced del frío viento. Y unos ojos verdes moteados escrutando el horizonte, perdidos, daban una triste expresión al hombre dueño de ellos.

Poseía una característica nariz aguileña en medio de su perfilado rostro acompañada en la parte inferior de ésta por unos labios finos y carnosos, los cuales escondían un secreto detrás de aquella persuasiva sonrisa de medio lado.

Sus ojos empezaron a destellar por unos segundos, dando la sensación de que por una vez en su vida, la suerte había llamado a su puerta.

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