Única parte.

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El profesor aplaudió, llamando la atención de los cinco integrantes que conformaban la clase. 

JiMin estaba emocionado, era una de las clases prácticas en las cuales el tutor colocaba un objeto y debían dibujarlo desde su perspectiva de lado. Sus compañeros de clase y él estaban sentados de media luna. JiMin se encontraba en medio, teniendo la vista más certera. Empezó a divagar sobre lo que el profesor les haría dibujar. Acomodó su lienzo y agarró el lápiz más claro para hacer la base.

Estuvo completamente atónito cuando vio a un chico, bastante joven, entrar a la habitación, solo con una toalla alrededor de su cadera. Las tres mujeres presentes se miraron entre ellas, sonriendo con timidez. JiMin no quería admitirlo pero quería bajar la cabeza también. 

Acomodó su cabello grisáceo, y miró con disimulo el cuerpo del muchacho. Su postura expresaba total relajación al estar semidesnudo frente a pocas personas. La pregunta de "¿Lo hará seguido?", inundó a JiMin.

- Hoy haremos algo diferente, como se podrá ver. Ya tienen suficiente práctica con los objetos, así que decidí traer a un practicante de modelaje-. El tutor sonrió y levantó la mano dándole permiso para hablar al chico de cabellos oscuros.

- Buenas tardes- hizo una reverencia-, soy Jeon JungKook, un placer.

El placer es mío JungKook, pensó JiMin. 

Jeon estaba dando una mirada cautelosa a cada estudiante. Miraba con neutralidad las caras rojas de las mujeres. Pasó sus ojos por el rostro de JiMin, que en ese momento estaba mirando hacia el tutor, acomodándose el cabello. Elevó apenas sus comisuras y volvió a su expresión de indiferencia. 

- Bueno, JungKook, elegí la posición más cómoda, vas a estar quieto por lo menos una hora, hora y media. El recién nombrado miró hacia la mesa, bastante larga, y se dirigió hacia ella. 

JiMin miraba con curiosidad -y algo más-, la espalda del pelinegro. Suspiró y se acomodó los cabellos, debía concentrarse. JungKook se acostó en la extensión de madera, doblando la pierna derecha formando un triángulo. La toalla tapaba perfectamente las partes más comprometedoras. Lamentablemente, al subir la pierna, se le subió la toalla, dejando ver el bien trabajado muslo. JiMin pudo notar que su espalda baja no tocaba la madera, es decir, poseía una curva los suficientemente marcada para lograr eso. Su estómago poseía sombras, marcando las líneas abdominales. 

El de pelo grisáceo se sentía en el mismísimo Olimpo al apreciar tal escultura de carne y hueso ante sus propios ojos. Abrió los ojos de sobremanera al ver cómo subía los brazos, pasandolos por detrás de su cabeza. En sí eso no fue lo impactante, sino que al estirar las extensiones, la tela de algodón se hizo un poco más hacia abajo. Y ahí estaba la línea en V, mostrándose orgullosa y con morbosidad. 

JiMin, avergonzado, acomodó su pantalón disimuladamente, al sentir la leve presión. Se tocó la cara con brusquedad, queriendo evitar más pensamientos innecesarios. Acomodó su lienzo, para que quede horizontal e iba a empezar a trazar, hasta que vio como el modelo cambió de lugar su cabeza, y con ello, su mirada. Sus ojos conectaron sin ningún pudor la mirada del pobre JiMin, el cual apenas podía soportar tan hermoso paisaje. 

Los ojos de Jeon brillaban de diversión, y JiMin pudo notarlo perfectamente. Hacia dónde miraba Jeon no pasó desapercibida por las mujeres de la clase, las cuales miraban con sorpresa la intensidad del de cabellos oscuros para mirar a su compañero de clase. El otro hombre, además de JiMin, miraba con indiferencia lo que pasaba alrededor, concentrándose en trazar al modelo. 

A medida que pasaban los minutos JiMin ya había podido concentrarse en el dibujo, y no en los profundos ojos del modelo mirándolo con cierta provocación. Jeon tragó al ver al precioso chico de pelo gris morderse el labio al estar concentrado. Los músculos de su brazo resaltaban por la posición, sumado al calor del sofocante verano. JiMin sintió el sudor bajar por su cuello hasta las clavículas. Pese a que las ventanas estaban abiertas y pasaba una ligera ventisca, no le era suficiente. Y la vista no le ayudaba. Vio su lienzo, deleitándose con las perfectas curvas que había trazado. Trazó los ojos, quedándose insatisfecho con no poder representar la profunda mirada. 

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