Capítulo 3

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Abrió la puerta con sumo cuidado, ya que no se fiaba de nadie.
Minuciosamente, entró en la habitación.
Se encendieron las luces, y se pudo ver cómo era aquel lugar.
Eran 4 metros en total, construida al parecer de madera caoba muy descuidada que, por desgracia y como lógico era, transmitió angustia e incomodidad.
La tez del joven palideció un poco.
A la entrada, justo a la izquierda, había un ropero medio abierto con varias chaquetas para niños.
Eran rojas, amarillas, y alguna que otra tenía el nombre de una marca conocida.
En el centro de la habitación se encuentra una mesa redonda y, de la forma en la que se apreciaba, parecía bastante mejor cuidada que el anterior mostrador que vio en el cuarto de atrás.
Lo más extraño de todo era lo siguiente.
Había una jaula, y dentro de ella se encontraba un gato angora turco.
Su aspecto era elegante.
Pelo largo y sedoso.
Cola espesa.
Unas largas patas.
Cabeza cuneiforme, y solo un ojo almendrado de color azul, ya que no había segundo.
Pero él estaba cansado.
Un poco herido.
Le faltaba una gran parte de su  oreja derecha.
Parecía harto de daños.

— Dios Santo... pobrecito...
— Sí, pobrecito — convino el locutor.

Xavier miró hacia arriba y, en una de las esquinas del cuartucho, había un altavoz y una cámara.

— ¿Has hecho tú todo esto? — preguntó, con bastante pavor, pero enfadado.
— Saldrás de la habitación, te lo aseguro. Pero, para ello... Te daré dos opciones.

"¿Dos opciones?"

— En primer lugar, antes de que sepas las elecciones disponibles, quiero que inspecciones toda la habitación y consigas todos los objetos posibles. — propuso con cierta emoción — Avísame cuando consigas lo necesario.

El comunicado se cortó cuando terminaron aquellas últimas palabras.
"Conque buscar objetos...".
El joven intentó levantar el autoestima, que por debajo del suelo estaba, para intentar llevar la situación hacia delante.

Castigo PerpetuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora