- ¡Nos queremos matar un día y al otro nos follamos como si el mundo se fuera acabar! ¡Me vuelves loca y eso me desespera! ¡Sobre todo cuando actúas de esa manera! ¡Y no quiero sentir esto! - Sadashi estaba vuelta loca y le gritaba a Aiden como tal...
Quería darles una sopresa como esta desde hace mucho, pero no había podido, hasta ahora y da la casualidad de que este día también es una fecha muy especial.
Feliz cumpleaños @viviassefh Dios te bendiga hoy y siempre. Gracias por ser una parte especial de mi entorno, por ser un apoyo incondicional y estar para mí y nuestras amigas siempre. Te quiero mucho y espero te guste este regalo.
Espero que les guste a todos en realidad. Los quiero mucho y nos leemos el martes.
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[Capítulo 11]
{Aiden}
Nuestras respiraciones eran aceleradas y mi corazón golpeaba mi pecho como cuando subía los ochenta escalones del parque al que iba a correr en Virginia Beach, corriendo y de una, así me sentía y la chica a mi lado estaba igual o peor. El pelo negro y lacio se le pegaba en el rostro debido al sudor, seguía roja y con una expresión de satisfacción total; aparté el cabello de su frente y la encontré mirándome, divertida y relajada.
—No dejas de sorprenderme, Aiden —murmuró, mi nombre dicho por sus labios se escuchaba perfecto.
—¿Por qué? ¿Porque te he hecho correrte como precoz y culpas al estrés? —jugué con ella y rodó los ojos.
—No, tonto. Porque no dejas tus payasadas incluso en momentos como este. ¿Eres así con todas las chicas que te acuestas?
Hablaba con mucha naturalidad, preguntó eso sin una pizca de molestia y me gustó que fuera así y no como otras chicas que a pesar de que les dejas claro que solo será sexo, después de darles el primer polvo se molestan si mencionas a alguien de tu pasado.
—Eres la primera asiática con la que me acuesto, todas las demás hablan mis idiomas —aclaré, ella ya sabía que mi primer lengua era la italiana—, así que no me dicen cosas que no entiendo.
Se recostó de lado y se recargó en un solo brazo para alzar un poco el torso y darme más atención de esa manera, su diminuta cintura se acentuaba más en esa posición.
—¿Y tú? ¿Hablas en esos idiomas siempre que te cuestas con alguien? —Me miró a los ojos cuando hice esa pregunta, creo que también buscó en ellos indicios de celos o posesividad.
No encontraría más que deseo.
—No creas que me acuesto con tantos chicos como tú —señaló.
—No me acuesto con chicos, Engreída —inquirí y negó.
—Según tu declaración a los vecinos, sí —me recordó y reí por ello.