《La niña de rosa》

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— Más te vale que las maletas estén desempacadas para cuando regrese del mercado, Coraline Jones. — Amenazó la madre de esta justo antes de cerrar la puerta.

La niña soltó un quejido perezoso y dejó a un lado la paleta y la pelota de tenis que la entretenían para comenzar a desempacar el resto de juguetes en su nueva habitación.
El lugar se veía, por mucho, más cálido que el Palacio Rosa. Su habitación era un claro ejemplo, tenía un elegante piso de madera y el tapiz de la pared estaba intacto y de un bello color magenta. Mamá estaba ganando muy bien desde que la eligieron colaboradora de un revista sobre botánica que resultó ser más conocida que las otras en las que había trabajado con anterioridad al accidente que la dejó con una fractura cervical, es por esto y por los constantes pedidos de Coraline, que sus padres decidieron mudarse, aunque el nuevo apartamento hallabase en una casa más linda el lugar no se encontraba precisamente muy lejos del Palacio y además debido a ello mamá pasaba menos tiempo en casa.
Suspiró frente a la ventana de su habitación, esta daba al jardín del patio trasero y ella siempre se deleitaba al ver lo mucho que faltaba para embellecer el sitio (pues solo tenía 4 o 5 tulipanes rojos), pero lo mucho que disfrutaría aquel proceso como un lector contemplando tomos voluminosos de algún libro clásico, o como un pintor observando un gran lien...
Un maullido grave interrumpió sus pensamientos, era el gato. Coraline soltó un grito trepitozo a la vez que retrocedía asustada.

— Eres tú. — Exhaló aliviada, definitivamente los sucesos en el Palacio rosa la habían dejado con cierta y pequeña paranoia.

— Han pasado ya 5 meses, ¿eh? No es mucho pero pensé que ya estaba más tranquila.

El gato ronroneó ante el tacto de la niña, arqueando la espalda y amasando con las uñas como es de costumbre, pero su actitud cambió derrepente y su cola con firmeza horizontal amunciaban que sentía algo. A Coraline esto le recordaba a la vez que en el otro mundo llegó a cazar a un rata en pieles de un ratón inocente.
Los ojos azules del gato la miraron sin parpadear, lucía asustado, casi aterrorizado. — No, Coraline, no te asustes. Estás volviendote loca, la bruja no puede volver. — Se dijo a sí misma.
El gato saltó y aterrizó en el alféizar de la ventana, Coraline se asomó a ella.
Depronto un punto rosa en medio del grisaceo panoráma del patio se impuso ante el foco de atención de Coraline y esta la siguió con la mirada, era una niña exageradamente rosa de unos 9 o 10 años o eso calculó al verla, pues se veía definitivamente menor que ella. Al acercarse más al marco de la ventana y abrirla para observarla mejor se estremeció al encontrarle cierto parecido a la gemela desaparecida de la abuela de Wybie.
La pequeña niña canturreaba una canción cuya letra no lograba reconocer mientras caminaba alegremente por el patio trasero hasta que se detuvo cautelosa al observar el tulipán más bonito de aquel intento de jardín.

— Hey tú — Bramó Coraline
La pequeña niña rosa elevó su mirada azul hasta la ventana de donde procedía tal llamada de atención y casi por instinto juntó ambas manos frotando sus dedos entre sí freneticamente.
— Lo siento.
— ¿Por qué te disculpas? - Coraline ladeó la cabeza, podía ver perfectamente a la niña ya que el departamento se encontraba tan solo en el segundo piso.
— Me disculpo porque iba a hacer algo malo — se lastimó con voz quebrada a la vez que sus trenzas rubias casi aureas se humedecían.
— ¡Hey, tranquila no llores! — Exclamó saliendo del departamento.

Coraline bajó las escaleras presurosa y jadeante hacia el jardín trasero donde este yacía vacío.

Un maullido lastimero se dejó escuchar justo antes de que empezara a llover.

CORALINE y la puerta secreta IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora