La semana despues de haberla conocido transcurrió normal, como la anterior, atendí algunos pacientes salí a cenar con dos o tres de mis colegas una o dos veces.
De mi mente no podía borrarse la sonrisa de aquellos lindos ojos que tanto me habían visto el domingo anterior, y deseaba con ansias que llegara el siguiente domingo para volver a verla. Aunque ni siquiera había hablado con ella sentía como si éramos amigos, y es que con nuestras miradas nos dijimos tantas cosas y a través de ellas nos transmitimos una gran confianza, yo confiaba en sus bellos ojos claros y sentia que ella también confiaba en los míos. Aún no podía explicarme cómo una niña - así la miraba yo, aunque realmente lucía como toda una mujer - era capaz de transmitir tantas cosas sólo con la mirada, eso para mí era normal en mujeres grandes, con experiencia, no en alguien como ella que lucía como una ninfa angelical.
Al llegar el viernes llegó a mi consultorio un señor muy alto, blanco y con barba, de aspecto serio. De inmediato reconocí quien era, don Víctor Rosales, el papá de la joven que me había quitado el sueño toda esa semana.
- Pase adelante, digame cual es su mal.
- Buenas tardes doctor - saludó con un acento sincero y no altanero como creí - realmente no soy yo el que se siente mal.
- Esta bien, entonces digame en que le puedo servir que para eso estoy.
- Pues es mi niña menor, tiene dos años y ya lleva tres días con fiebre, el médico que atiende a la familia no ha podido venir porque con este invierno que ha sido tan fuerte el río del Crucero está tan hondo que tiene incomunicado a todo el pueblo.
- Conozco bien la situación del río, incluso no hemos podido trasladar algunos pacientes que ameritan ser atendidos en la capital del departamento, pero no hablemos mas, si su niña tiene fiebre debemos actuar con rapidez, hagala pasar, aunque no soy pediatra veré qué puedo hacer.
- Doctor, mi niña está en la casa, verá, no es por arrogancia pero no me gusta mucho que mi familia visite mucho el pueblo, trato de hacer que todo lo relacionado con mis hijas se resuelva en casa, hace algunos años mi hermano menor sufrió un intento de secuestro y desde ese entonces prefiero exagerar que lamentar.
- Comprendo su situación, pero espero me comprenda que sin revisar a la niña personalmente no puedo diagnosticarla ni medicar la.
- Lo sé muy bien doctor, y sobre eso es que necesito su favor, estoy dispuesto a pagar sus honorarios para que de esa manera usted pueda llegar hasta mi cada y pueda atender a mi niña desde allí.
Al principio dudé un poco en aceptar, pero luego recordé que tendría la oportunidad de ver a esa joven nuevamente, así como atendería a una pacientita que requiere de una pronta revisión.
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Llevame Contigo.
RomanceLa historia de amor vivida por dos jóvenes de mundos y culturas diferentes.