Era poca la tela que cubría el delicado cuerpo del joven López, su torso estaba protegido con un ligero suéter color celeste que llegaba hasta los muslos, las pálidas piernas del menor estaban cubiertas en su mayoría por un par de medias blancas. La mirada del rizado recorría por completo el cuerpo del menor frente a él mientras este le veía con desprecio.
—Ya me lo puse ¿ahora qué?— Cuestionaba Cuauhtémoc esperando alguna respuesta por parte del rizado.
Una ligera sonrisa se formó en los labios de Aristóteles quien veía al menor extasiado, sin dudarlo mucho tomó un par de fotos sin saber bien la razón de tenerlas en su galería.
—No lo sé...— Respondió en un suave susurro acercándose rápidamente al contrario tomando la delicada cintura ajena entre sus manos —¿Que podemos hacer?— El tono burlón del rizado formó una mueca entre los labios de Cuauhtémoc que lo veía con el ceño fruncido.
Una ligera risa se hizo presente por parte de Aristóteles quien aún no soltaba al contrario de su agarre. Una sonrisa se formó en su rostro mientras rozaba sus labios lentamente sobre los dedicados hombros del menor sintiendo un ligero aroma a vainilla, subiendo hasta su mentón donde repartía lentos pero cortos besos sobre esta. Se encontraba embriagado de la dulce escencia del menor, se había perdido por completo.
—Suéltame...— Decía Cuauhtémoc mientras trataba inútilmente de safarse del agarre.
—No quiero— Aquel tono de burla volvía a hacerse presente acompañado de ligeros besos en el cuello de Temo.
—Aristóteles, por favor—
—Ya te dije que no— Dijo Aristóteles tajantemente mientras repartía besos más frecuentes sobre la clavícula ajena pasando sus manos por debajo del suéter sintiendo la cálida piel contra sus dedos.
—Aristóteles...—
—Calla pequeño conejito— ordenó el mayor tomando la barbilla ajena entre sus dedos encontrándose con los ojos del menor para finalmente unir sus labios en un profundo beso que rápidamente subiría de tono a la par que las manos de Aristóteles exploraban desesperadamente el torso ajeno.
Dos goles se escucharon dentro del apartamento. Alguien había tocado la puerta haciendo regresar al rizado a la realidad. Acababa de besar a Temo, era el fin.
—Aris, hijo. ¿estás ahí?— Una voz femenina se escucho del otro lado de la puerta, se trataba de Polita, la madre de Aristóteles.
—¡Si ma! Ya voy— Dijo en un grito para ser escuchado del otro lado —Entra al baño y cámbiate, si haces algo más, ya sabes lo que pasa— añadió en un susurro solo audible para el menor junto a él.
Abrió la puerta recibiendo a su madre en casa con una ligera sonrisa y un ligero rubor en sus mejillas.
—Te digo Aris, no dejo la cabeza por que la tengo pegada. Se me olvidaron unas libretas, nomas las agarro y me voy— Dijo la pelinegra entrando a toda prisa al apartamento rebuscando entre los cajones hasta que un móvil que no reconocía —Aris ¿y ese celular?— Cuestionó preocupada por la situación.
—Es de Temo, un chavo de mi clase, vino a ayudarme con los últimos trabajos de mate. Pero está en el baño— Respondió el rizado entre ligeras pausas que lo ayudaban a crear aquella mentira.
La mujer simplemente asintió tomando las libretas antes mencionadas.
—Bueno, suerte. Ya me voy hijo— Dijo sonriente saliendo del apartamento.
—Adiós ma— Se despidió casi de la misma manera.
Al percatarse de que no había nadie cerca volvió a cerrar con llave para luego acercarse a la puerta del baño.
—Ya se fue, puedes salir— Fue lo único que dijo alejándose hasta una de las sillas en el comedor.
A los pocos minutos Cuauhtémoc había salido del baño cabizbajo con la ropa que portaba en un principio.
—Sal de aquí. Antes de que cambie de opinión— La frialdad en la voz de Aristóteles era notoria mientras que su mirada estaba pegada al móvil frente a sus ojos.
El menos atendió las indicaciones saliendo lo más rápido posible del apartamento. Antes de llegar a su casa buscó entre sus contactos uno que había frecuentado últimamente, la llamada comenzó, el sonido de espera sonó dos veces hasta que una voz familiar respondió el teléfono.
—¿Adrián? ¿Podemos vernos?— Dijo el jóven López esperando un sí de parte del azabache.
—¿Qué pasa? ¿Estas bien?— Cuestionaba Adrián preocupado del otro lado de la linea.
—No, solo... No quiero estar solo en casa—
—Bien ¿Dónde quieres que nos veamos?—
[…]
¿Quieres otra?😏
Era el último mensaje que había llegado al móvil de Aristóteles quien seguía perdido en sus pensamiento analizando lo sucedido minutos atrás. El plan era simple, humillar a Cuauhtemoc un poco y causarle un susto, pero todo se salió de control. Actuó sin pensar y cuando menos lo pensó ya lo estaba besando. Estaba mal, toda esa mierda estaba mal.
Pensó que si le pedía alguna foto desnuda a una chica se olvidaría de lo pasado con Temo, pero no fue así, había recibido ya tres fotos de María, una chica que conoció hace tiempo en un fanmeeting. Pero no provocaba nada, nisiquiera asombro, y sin darse cuenta volvió a dar con las fotos del menor. Y volvió a recordar todo, su adictivo aroma a vainilla, su pálida piel lista para ser llenada de marcas, su delicada silueta. Carajo, esto no podía estar pasando
—No soy un maricón— Se repetía en su cabeza, pero ya era demasiado tarde, un problema había surgido, y debía encargarse del "asunto".
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¿ADIVINEN QUIEN VOLVIÓ?:3
Yup, volví a escribir en esta wea, de verdad me gusta mucho y se nota que le estoy hechando más ganitas a este, y pues nada, disfruten el regreso de este fanfic hecho con mucho lof💕-Haru Yamada cambio y fuera✨
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{Incorrecto};- Aristemo
Fiksi Penggemar¿Que pasa cuando tu más grande secreto está en manos de la persona más inesperada? Este es el caso del jóven López.