¿Dónde Esconder un Cadáver?

15. Compasión

Los ojos de Martín brillaban por el agua que se acumulaba en ellos. Alexander el investigador de la policía le apuntaba con el arma sintiendo una gran confusión por los hechos. La evidencia circunstancial ponía a ese joven ancho de hombros, con las ojeras marcadas bajo sus ojos, las mejillas unidas, el rostro pálido, y el cabello negro grasoso; como un posible culpable. 

Estaba desecho.

—No fui yo, lo juró —suplicó una y otra vez el muchacho—. Ella, ella lo hizo... 

—¿Y por qué estás empapado de sangre? —preguntó el detective.

Martín bajó la mirada y observó sus manos ensangrentadas y el arma cerca a sus pies. Se dejo caer de rodillas sobre el suelo muy cerca de donde se encontraba el cuerpo desmayado de Gabriela con una herida profunda en el abdomen. 

—Yo no lo mate —susurró.

—Aún no está muerta... 

—¿Dirá la verdad cuándo despierte? —preguntó Martín ensimismado—. ¿Dónde están mis padres? —quiso saber.

—¿Cuál es la verdad?

Martín alzó la vista para mirar al detective a la cara.

—Ella lo mató —tragó saliva—. Él abusaba de ella —susurró con lágrimas en los ojos—. Yo le ayude a esconder el cadáver.

Todo eso tuvo más sentido en la mente de Alexander. 

—Levántate —le ordenó.

Martín hizo caso aun con los ojos perdidos.

—Sal de aquí.

—¿Qué?

—Sal de aquí... —le repitió el viejo hombre—. Si lo que dices es verdad, te daré unos días. Escóndete mientras yo averiguo la verdad.

—¿en-en-en serio?

—No tenemos mucho tiempo. Sal de aquí. 

Martín no lo pensó dos veces y echó a correr por la parte de atrás de su casa para huir de la escena ante la clemencia del policía que en cuánto lo vio desaparecer dudo de su decisión, chasqueó la lengua y fue a recibir a los refuerzos y la ambulancia sin tener certeza alguna del futuro. 

Si la chica continuaba con vida, sería de vital importancia para saber si había cometido un error o le había dado tiempo suficiente a un inocente de encontrar la forma de salvarse. 

Claro, si a partir de ahora no hiciera algo estúpido.