1. Día de la universidad.

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Siete y cincuenta y tres de la noche, casi las ocho. Me encontraba sentado en el sillón cómodo de la casa de uno de mis mejores amigos. Francisco nos había invitado esta tarde a pasarnos por su casa para echarnos unos buenos juegos en su consola, todos accedimos de inmediato, y por eso se debe mi estadía en su casa. Estoy pegado al celular, mientras Francisco y López se encuentran tratando de arreglar algunas cosas en la cocina que no me ha de interesar, estamos esperando a los otros dos; Mario y Greg. 

¿Qué? ¿Aun no han llegado? —escuché a López salir de la cocina con la boca repleta de palomitas recién hechas.

—No, y no están en línea. —contesté sin levantar la vista, él se tiró a mi lado.

—Llámalos, mataré a Mario si se le olvidó —chistó y me reí.

Asentí y busqué el número de Mario en mi celular, cuando justamente iba a oprimir la pantalla para llamarlo me llega un mensaje del mismo. Abrí la notificación junto a López, lo habían enviado al grupo. Su mensaje era una imagen de él en un accidente, él de espectador con una mueca de sorprendido fingido, con la mano en la boca y había escrito “oh no.”

López suspiró y envió un audio.

—Vente en este momento para acá, Mario de mierda.

Mario
Ya voy, Greg está en el auto, estamos chismeando.

Greg
Tú lo estás haciendo, yo no sé que le ves a gente preocupada.

No estaba pendiente a sus discusiones estúpidas, yo estaba con la imaginación en otro lado. Pensando en lo que vi hoy, nada de este mundo, jamás había visto algo tan hermoso caminar por los pasillos de la universidad. Ella iba tan oculta detrás de dos chicas que supuse que eran sus amigas, sus labios no expresaban una sonrisa, y su rostro ninguna expresión, su mirada más fija en el camino no podía estar, se notaba que no le interesaba absolutamente nada de lo que en su alrededor había, no sé si notó que me quedé pegado a su cintura moviéndose pero fue algo que no pude evitar. Un cabello blanco, teñido y unos ojos grises demasiado penetrantes, sentía que si me miraba iba a descifrar todos los secretos que guardaba dentro de mí, pero aunque lo desee ella no lo hizo. Cuando le vi acercarse y entrar por la puerta de mi salón, no pude creer que había elegido estudiar mi misma carrera, encantado había quedado con lo que este año me tocó de compañeros.

—Heee, ya llegamos. —gritó Mario tumbando la puerta metafóricamente.

—Casi no, estúpido —contestó López— ¿trajiste lo qué te pedí?

Mario asintió, y me saludó con su mano, para luego sentarse. Greg se quedó pegado a la pared, después de señalarnos con la ceja. Él siempre ha sido el más reservado y callado de todos, y entre eso, el más maduro. Luego de que Mario entregara las cervezas, nos reunimos antes de jugar.

—Greg, ¿por qué no fuiste hoy a la universidad? —preguntó Fran, tomando.
—No me dio la gana, nunca se hace nada.
—Llegaron chicas, muy hermosas. —agregó López, yo asentí con rápidez.
—Hubo una, que ahora no puedo dejar de pensar en ella —solté.

Sentí sus miradas pegadas en mi luego de haber pensado en voz alta, y me arrepentí de mis palabras.

—La del pelo blanco, ¿verdad? —descifró Fran

Dije que sí, mientras tenía la cerveza en la boca.

—Esa chica parece que brilla con tanta claridad —opinó Mario.
—Eso le da el toque.

Greg no entendía ni una palabra de la que estábamos hablando, pero tampoco parecía interesarle mucho. López le miró, y le arrebató el teléfono, él no hizo ninguna resistencia solo le miró con los párpados caídos.

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