Lo primero de lo que Álex Fierro se dio cuenta esa mañana fue que se había despertado completamente solo.
Se había dado cuenta al intentar acurrucarse contra su novio, pero el espacio que ocupaba en la cama estaba vacío. Parpadeó un par de veces mientras se despertaba. Las sábanas a su lado casi no guardaban nada de calor, lo que quería decir que Magnus se había levantado hacía bastante. Tampoco le extrañaba mucho. El rubio era una persona madrugadora, al contrario que él, que era capaz de irse a dormir cuando la gente se despertaba sin ningún problema. Magnus a menudo tenía que recordarle lo cansado que se sentiría por la mañana si no se iba a dormir pronto, aunque la verdad es que los argumentos de Alex para quedarse despiertos un rato más eran tan convincentes que su novio casi nunca podía resistirse... al igual que había pasado la noche anterior, pensó el peliverde, con una sonrisa en el rostro al recordarlo.
Tras remolonear en la cama un par de minutos más se decidió a levantarse y buscar a su novio. No podía estar muy lejos, y si le pillaba con la guardia baja a lo mejor era capaz de hacerle volver a la cama para repetir lo de anoche.
Recogió la ropa que estaba desperdigada por el suelo (¿en qué momento había acabado su camiseta en la otra punta de la habitación?) y se asomó al descansillo del pequeño apartamento que habían alquilado, pero Magnus no estaba por ninguna parte.
Pensando que a lo mejor había salido a comprar algo fue a la cocina y se preparó una taza de café para terminar de despertarse. Mientras se lo bebía contestó a los mensajes que tenía, un par de su hermana que le preguntaba qué tal estaban y otros de su amiga Mallory que había vuelto a acostarse con su ex (próximamente de nuevo novio).
Oyó a Magnus casi antes de que se abriera la puerta. El chico parecía haberse dado un golpe en el pasillo y maldecía mientras intentaba abría. Se quedó mirando la puerta hasta que entró, con el pelo rubio desordenado como si no se hubiera peinado y con algo que parecía un ramo de flores (aunque Alex no podía distinguir bien qué tipo era).
No le vio en la cocina cuando entró, y Alex esperó con una sonrisa a que el despistado de su novio se percatara de su presencia, lo que acabó por suceder cuando el rubio se giró para dejar las llaves. Abrió los ojos y puso una mueca culpable mientras escondía las flores tras su espalda. El peliverde contuvo una sonrisa.
—Hola— le saludó, divertido por la situación.
—Hola— respondió el otro chico, sin moverse del sitio—. Creía que estarías durmiendo todavía.
Alex se encogió de hombros y se bajó del taburete dando un par de pasos hacía él. Magnus retrocedió la misma distancia.
—Me he despertado antes de lo previsto— comentó—. Aunque al parecer no he sido el único.
Vio como las mejillas de Magnus se sonrojaban y no pudo evitar una sonrisa. Que mono (y que tonto) era. Esperó pacientemente mientras el rubio seguía balbuceando una respuesta estúpida, hasta que se dio cuenta de que no tenía sentido inventarse excusas.
Resopló una última vez antes de acercarse a él y ofrecerle el ramo. Alex sintió que se le paraba el corazón al darse cuenta de qué flores eran.
—Creía que estarías dormido y que te las podría dejar al lado antes de que te despertaras— empezó a decir Magnus, todavía con las mejillas rojas—. Es una tontería...
—Son margaritas— le interrumpió Alex con la vista fija en las delicadas flores.
—Ya...— Las mejillas de Magnus se volvieron todavía más rojas— Es una tontería... seguro que no te acuerdas...
—¿De qué me regalaste una margarita en el colegio y me llamaste guapo?— Le miró fijamente y subió una ceja—. Claro que me acuerdo.
El rubio se rascó la nuca y tragó saliva. Alex supuso que no sabía que decir. Sonrió al verle antes de acercarse para darle un beso.
—¿Es muy ridículo que me acuerde de eso?— murmuró Magnus cuando se separaron—. ¿Qué teníamos, diez años?
Alex le miró unos segundos antes de separarse de él y acercarse a su mochila, que había dejado en la mesa de la entrada.
—Si le cuentas a alguien esto, te juro que te mato— le amenazó mientras sacaba su cartera. Notó las mejillas rojas antes de abrirla y sacar un papel.
Su novio observó detenidamente el trozo de papel, amarillento después de todos esos años, y la familiar caligrafía (eso sí que no había cambiado mucho), antes de volver a mirar a Alex, que apartaba la mirada azorado. Le vio sonreír de reojo y le arrancó el papel antes de volver a guardarlo con cuidado en su sitio.
Esta vez era Magnus quien sonreía.
—¿Todavía tienes esa nota?— preguntó con voz burlona, inclinándose hacía él. Alex nunca había odiado tanto esos centímetros que le sacaba su novio.
—No vamos a volver hablar de eso nunca más— refunfuñó, pero permitió que el rubio le abrazara por la cintura y le diera un beso en la mejilla que, instantáneamente, le hizo sonreír.
—Y la llevas encima todo el tiempo... Dioses, cómo te quiero.— Antes de que Alex pudiera responder los labios de su novio estaban sobre los suyos y él estaba subiendo los brazos para rodearle el cuello— Eres un cursi.
—Dijo el chico que me compró margaritas porque se acordó de que me regaló una con diez años— repuso, antes de volver a besarle.
Magnus soltó una risa mientras Alex tiraba de él hacia la habitación, aunque el peliverde le cortó con otro beso. Abrió la puerta de golpe y le empujó sobre la cama. Desde allí el rubio le miró con la mirada un poco nublada y dejó que su novio se inclinara sobre él para besarle más profundamente. Cuando ambos estuvieron recostados en la cama jadeando entre besos, Magnus volvió a hablar.
—Cómo se nota que desde pequeño estaba loquito por ti. Te escribiré otra nota. Aunque no prometo que vaya a poner otra cosa que no sea "que guapo eres, joder".
—Por todos los dioses, Chase. Cierra el pico.
Una hora más tarde, mientras seguían remoloneando en la cama, Magnus acercó una de las pequeñas flores hacia él y le acarició la cara con ella. Alex sonrió y se acercó para besarle, esta vez, más pausadamente.
—¿Sabes? Desde ese día las margaritas son mis flores favoritas.
Magnus sonrió, todavía con la flor entre los dedos.
—Te compraré más. Todos los días.
—Qué tonto eres, Beantown— respondió con una sonrisa, pero dejó que el chico volviera a besarle.
Cuando Alex despertó más tarde la cama volvía a estar vacía, aunque Magnus había dejado la delicada flor a su lado. Junto a ella había una nota que le hizo sonreír estúpidamente.
Las margaritas también son mis flores favoritas.
Cada vez que veo una me acuerdo de ti.
—M
Madre mía. Cómo le quería.
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Llevaba mucho tiempo queriendo escribir la segunda parte de este fanfic, y tras haber acabado El barco de los muertos (por favor, mantengamos los comentarios spoilers free) tenía que volver a escribir sobre Fierrochase.
Espero que después de todo este tiempo os haya gustado esta segunda parte tan inesperada xD
May
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Margaritas y notas
FanfictionQuizás no era la flor más bonita, pero desde ese día se convirtió en la favorita de Álex.