Por qué... ¿por qué a nosotros? Pensaba Chandra cada vez que intentaba comprender la situación en la que se encontraba, de mientras arañaba los sucios ladrillos de su celda subterránea en la que se alojaba desde hacia unos días.
-¡Despierta sucia rata!-gritó una figura tras los barrotes oxidados- Rápido, que hoy te toca a ti- Continuó.
Chandra se incorporó del suelo ennegrecido y mugriento por la suciedad y el fango acumulado,echó un vistazo a su celda y pudo observar que su antiguo compañero no estaba ahí, sentado en su cama como cada mañana tras el desayuno. Un adulto de mediana edad , alto como un pino y de piel oscura que la noche anterior fue trasladado a otro lugar por un intento de fuga y agresión al carcelero.
3 días antes, Chandra junto a un chaval bajito y rubio, corría sin dirección alguna a través de un bosque como si su vida pendiese de un hilo, no podía más, llevaba el corazón en la garganta. Atravesaron una pequeña charca en la que años atrás jugaban ella y sus amigos plácidamente, justo en ese momento un pensamiento fugaz le sobrevoló la mente.
-Tras la gran roca situada enfrente del estanque había una pequeña grieta en la que podríamos caber los dos un poco apretujados.- Dijo casi sin aliento
Sin pensárselo 2 veces se desvió seguida de su amigo hacia aquella roca, se introdujeron por el hueco a tientas y se abrazaron, lo único que querían era que aquello pasara rápido.
Chandra, tras unas horas en el recoveco se espabiló y tomando una bocanada de aire asomó la cabeza por fuera. La luz la cegó durante unos instantes, ni un ruido, ni un murmullo, únicamente el chapoteo del riachuelo que desembocaba en aquella charca.
-¿Se han ido ya?- resonó una pequeña voz apagada provinente del hueco- ¿Podemos salir?-
-Espera, voy a asomarme un poco más por si acaso- Refunfuñó Chandra con el miedo en el cuerpo.
Al salir de aquel escondite Chandra estiró cada uno de sus músculos entumecidos por la estrechura del lugar. Una suave brisa acarició su hermosa cara y despeinó su preciosa melena rojiza. Acercándose a la orilla de la charca Chandra dijo:
-Sal, no hay nadie, bebamos del agua que tenemos que volver a por mis posesiones, me he quedado unas cosas muy importantes allí- .
Sin esperar a su amigo se arrodilló despacio y metió sus sucias manos en las cristalinas aguas del estanque y arrimándolas a la boca sorbió ese agua que le supo a gloria; un par de gotas se resbalaron por sus carnosos labios, deslizándose por su cuello y cayendo en un sinfín de placeres. Tras acabar de beber y retirarse las manos pudo observar en el reflejo del agua una figura encapuchada que en décimas de segundo se abalanzaba sobre Chandra, dejándola inconsciente.
-Venga, date la vuelta y no rechistes que estos grilletes no pesan tanto- Comentó un guardia musculoso y con una enorme cicatriz en la mejilla derecha.
Celdas a su izquierda, caminando hacia una puerta por un pasillo estrecho y con una espada que se le clavaba con aires de superioridad, avanzaba Chandra arrastrando los pies; al final de ese pasillo otro corredor con dos pequeñas antorchas en la mitad , que se avivaron cuando pasó la chica por delante de ellas.
A la mitad del pasillo unos hedores a putrefacción se colaban por debajo de una puerta a mano derecha, de pronto un grito de dolor inundó el silencio y resonó en los oídos de Chandra con tan intensidad que se le erizó cada uno de sus cabellos rojizos.
-El carcelero se estará divirtiendo, jajaja, tu antiguo compañero no aguantará ni 2 sesiones del doloroso potro- Dijo entre carcajadas el guardia que amenazaba la espalda de Chandra.
Chandra cerró los ojos y se limitó a caminar en linea recta,tras atravesar dos puertas más un pequeño haz de luz iluminó sus párpados, esa luz provenía de unos ventanales que daban a un patio.
-¿A dónde me llevas?- Preguntó Chandra.
-Ya lo verás, solo tenemos que pasar por esa puerta grande que tienes delante.- Respondió es guardián.
Como bien dijo el guardián, solo tuvieron que atravesar una gran puerta de madera de roble macizo, con acabados de metal y un gran escudo en el centro. Tras ella una habitación amplia presidida por un hombre robusto, musculoso, que empuñaba una gran katana ,apenas vestido con una pechera de hierro y unos pantalones rasgados.
-¿Esta es la nueva recluta que me traéis?- Dijo aquel hombre alzando la espada.
-Sí, el jefe me ha dicho que será divertido verla morir en la Arena.- Respondió en guardia de mientras retiraba la espada de la espalda de Chandra.
El guardia sacó una pequeña llave que escondía en un bolsillo trasero del pantalón y retiró los pesados y sudados grilletes que oprimían las delicadas muñecas de Chandra. Sin mirar atrás cerró la gran puerta con rabia.
-Despójate de esos ropajes y lávate, aquí tienes el barreño y un pequeño trapo, a la derecha están los uniformes y a la izquierda las armas, apresúrate, empezamos en 20 minutos- Explicó.
Tras la una breve ducha Chandra se envolvió en una manta mientras se dirigía hacia una sala contigua para buscar unas vestimentas acorde a la situación que provenía. Al entrar en ella quedó atónita al ver la cantidad de trajes y armaduras pero solo una atrajo su atención casi instantáneamente; una pechera de yute con unos pequeños bordados rojos que se le ceñía muy bien al cuerpo, unos pantalones acampanados negros y unas botas de cuero algo desgastadas del mismo color que los pantalones.