Un rayo de luz escurridizo
se filtra entre las persianas,
dándome a conocer la realidad
que mis ojos aún dormidos ignoraban.
Tú, devorando un libro,
con un vigor que atemoriza
hasta a los sueños más oscuros
de una mente escandalosa.
Pero incluso con tal concentración,
aún comes del chocolate blanco
que partes en raciones para no acabarlo
de un solo mordisco
ya que es tu dulce preferido.
Yo cierro mis ojos para que
no te des cuenta que te observo,
como excusa para mirar aquel
majestuoso milagro de verte acariciada
por aquel sol mañanero.
El sol desvelado por escuchar
tu pensamiento toda la noche,
decidió salir un poco más temprano,
y con la luz en tu oído decirte,
en un gentil susurro, “termina tu libro”.
Mientras que yo sin hacer ruidos
me levanto, te abrazo,
te acaricio la espalda,
y te robo un beso achocolatado.
Aprende a conocerla incluso más que ella misma.
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Las hojas... entre verano y otoño
De TodoY esto lo escribí cada noche, cada madruga sin ella. La necesidad que tengo de su presencia es infinita. Ella es más que mi realidad, ella es mi universo.