Caminé a toda prisa entre la multitud con dirección a la salida. Ya no sentía nada. Todo eso fue suficiente para darme cuenta de la verdad. También me di cuenta lo difícil que era retener las lágrimas y lo verdaderamente incómodo que era esa sensación de un nudo en la garganta. Aceleré mis pasos con el objetivo de empezar a correr, sin embargo, antes de cometer mi objetivo, una mano sostuvo mi brazo haciendo que me detenga de golpe. Volteé
– ¿Que te sucede? – me preguntó con un tono de enojo en su voz
– Nada que te importe – solté sin más y zafandome de su agarre. Su mirada me lo expresó todo.
– Déjate de actuar tan estúpida, tú no eres así. – esto hizo colmar mi paciencia. No tenía el derecho de decirme eso cuando él actuaba de esa forma
– ¿Ah no? ¿Entonces como mierda crees que soy? – necesitaba una respuesta. Necesitaba saber cómo soy yo ante sus ojos. Solo necesitaba saber eso. Sólo eso
Su cara cambio de expresión y un silencio se apoderó de nuestra conversación. Un doloroso silencio. Me hubiese gustado escuchar una respuesta de su boca. Pero con eso entendí todo.
Empecé a caminar y esta vez nadie me detuvo. Es difícil cuando te enteras de algo que hubieses preferido no saber. Pero a veces es necesario darse cuenta para dejar de seguir actuando en el papel de tonta. Inesperadame las ganas de llorar, que tenía hace un momento, salieron de mi mente. Ahora me concentraré en sacarlo a él de mi vida. Y cómo si el tiempo intentara darme consuelo, comenzó a llover.