One-shot: Limbo

751 124 227
                                    

Abrí los ojos en un espacio blanco y vacío

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Abrí los ojos en un espacio blanco y vacío. Solo.

Zabuza ya no estaba conmigo.

Una parte de mi cerebro tenía muy presente lo que había ocurrido minutos antes. La pelea contra esos dos chicos más jóvenes que yo, el dolor de Naruto cuando creyó que su amigo estaba muerto. Pero no había sido así; le había fallado a Zabuza. Había sido incapaz de asesinar al enemigo, porque era débil, porque nunca sería la herramienta que él necesitaba.

Quizás era esto lo que me había empujado a protegerlo con mi cuerpo, aunque significase morir. Quería serle útil. Hacer algo verdaderamente grande por él para que olvidase todos mis errores.

Porque Zabuza no sentía nada más allá de mis habilidades.

Me levanté y traté de despejar tales pensamientos. No estaba bien desear más de lo que había tenido. Ahora que había muerto, tenía que descubrir dónde estaba. Ese lugar blanco no parecía el cielo, pero tampoco el infierno. Era extraño. De arriba (¿se podía considerar cielo, aquella inmensidad gris y monótona?) caían copos de nieve que se depositaban en mis hombros y pelo y que me impedían ver lo que había más allá. Me forzaban a avanzar. Quedarme quieto no habría dado resultado.

Recorrí unos metros en silencio. Allí no había nadie con quien hablar, no había nada. Sólo espacio y nieve. Y yo. Mis ojos se desplazaban veloces, buscando de un modo casi inconsciente la consoladora presencia de Zabuza. Era difícil aceptar que él seguía vivo y que su vida y sueños ya no me implicaban. Que me había ido para siempre.

Los copos aumentaban a medida que pasaban los segundos, o quizás sólo me lo pareció. Esa nada silenciosa me incomodaba. No había nada que hacer. Nada más que esperar. ¿Esperar a qué? Si estaba solo.

Di unos pasos más y entonces me detuve. Una única sombra, en medio de la nieve. Alguien que venía hacia mí tambaleándose. Habría reconocido su presencia en cualquier lugar.

Debatiéndome entre la alegría de tenerlo a mi lado otra vez y la tristeza por lo que esto significaba, corrí hacia él. Zabuza dio unos pasos hacia mí. Me detuve. No tenía permitido mostrar emociones en su presencia, pero los ruidosos latidos de mi corazón me habían llenado los ojos de lágrimas. Por él. Por el familiar aroma de su sudor y su figura de hombros anchos, por todo lo que adoraba de él. Me restregué una mano por los ojos, inútilmente. Lágrimas saladas acudían a mí sin cesar; tanta era la felicidad que me producía volver a verlo.

Pero algo estaba mal en los andares de Zabuza, comprendí, entornando los ojos para ver bien a través de la nieve. Él era fuerte. Nunca lo había visto dar esos pasos tambaleantes que apenas parecían soportar el peso de su cuerpo. Avanzó un poco más y tropezó. Observé horrorizado cómo caía, sin hacer ruido, con la suavidad de la blanca nieve. Como si fuera un fantasma.

Antes de que tocara el suelo, ya lo había tomado en brazos. Dejé que apoyara la cabeza en mi pecho. En cuestión de segundos, mi ropa blanca estuvo empapada de sangre, de su sangre. Pero no me importó. Era incapaz de apartar los ojos de su espalda, donde tenía una docena de espadas y lanzas clavadas. ¿Qué había hecho mal? Odiaba verlo así y me odiaba por haberlo permitido.

Era injusto. Cada respiración, cada cosa que había hecho, había sido para evitar que acabáramos así. ¿Cuándo había fallado en mi tarea de cumplir sus sueños? Un sollozo escapó de mis labios.

—Aguanta —susurré, manteniendo unidos los pedazos de corazón que me quedaban para que no viera cuánto me dolía—. Por favor, aguanta.

De algún modo, Zabuza logró sonreír. Un breve destello en sus ojos que me calentó por dentro. La tristeza me estaba matando.

—El infierno me llama, niño —replicó entre dientes—. Quiere arrastrarme a sus entrañas, y no podré más que obedecer cuando ceda al dolor. Me iré pronto.

Su mirada me atravesaba. Había tanto en la oscuridad de esos ojos... Hablaban de días mejores, de esperanzas que ya no podría cumplir. De una vida solitaria en la que sólo nos habíamos tenido el uno al otro. Ahora querían arrebatarnos también esto, querían separarnos por el resto de la eternidad. Sin él no lo soportaría. Yo no era nadie por mí mismo, nunca había vivido como algo más que su herramienta. No podía morir haciendo mi voluntad. Era totalmente suyo.

Acaricié su mejilla, sucia del polvo del camino y manchada de la sangre que lo había salpicado al morir. ¿Por qué mi cuerpo estaba tan limpio? ¿Por qué mi ropa se había vuelto tan ligera? Me sentía etéreo.

Pero no quería serlo si esto nos separaba.

Me permití imaginar una vida diferente, nacidos quizás en otra aldea donde no se obligara a los shinobis a reprimir los sentimientos. ¿La historia habría sido diferente? ¿Habríamos acabado en el mismo lugar? Pensé en todo lo que ya no le diría y que tampoco le hubiera dicho en vida. Tantas emociones estallando dentro, prisioneras de un cuerpo destrozado. ¿Por qué? Es lo único que podía preguntarme. ¿Por qué así? ¿Por qué ahora?

Podía sentir su esencia desvaneciéndose, escapándose de entre mis manos, y esto me destrozaba. Hoy volvería a fallarle. Dejaría que nos separaran una segunda vez, porque no tenía más opción, porque era demasiado débil para enfrentarme a la muerte que se lo llevaba. Insuficiente. Todo lo que había hecho era insuficiente.

Las uñas de Zabuza clavándose con fuerza en mi carne me devolvieron a aquel mundo gris de nieve. Aguanta. Sus labios temblorosos me llamaban, ya no sabía desde dónde.

—Chico. Escucha, no estés triste. —Buscaba en algún lugar oscuro de mi alma, esa pequeña parte que se estaba permitiendo odiarlos a todos por haberle hecho daño—. Me basta con haberte visto una vez más, no como herramienta sino como... —Empecé a llorar en silencio, sin poder resistirme—. ...mi Haku.

Cerró los ojos. Se había acabado. Había acabado todo para mí. Llamé su nombre, pero Zabuza ya no estaba. Quedaba solamente un cuerpo vacío, tan vacío como la nieve que caía suavemente sobre él y sobre mí. Lo abracé y gemí, desesperado, detestándome por no haber podido protegerlo.

¿Era éste mi castigo por haber amado a quien no debía? Quedarme en el limbo entre el cielo y el infierno, pensando en sus palabras, recordando sus sonrisas y echando de menos que me diera órdenes.

Limbo [Naruto: Zabuza × Haku]Where stories live. Discover now