Inexpicable

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01:47 AM.

Un hospital.

Un accidente de auto.

Un muerto.

Tres personas impacientes.

Tres sillas.

Miles de lágrimas sin cesar.

¿Quién creería que pasaría algo así?

Mi padre estaba acostado sobre una de las camillas en su habitación dentro de el hospital. Luego de pasar unas horas sentada en las frías sillas grises, pude verlo. Él estaba allí, casi muerto, apenas podía respirar, pero cuando me vió entrar su cara se iluminó.

- Dulce y hermosa, Ara... - Pensé que moriría al segundo en que él dijo esto, pues sonaba muy mal, pero él prosiguió. - Arabella... Te amo mucho hija mía, dile a tu madre que la amo.

Pude sentir como algo se rompía dentro de mí, mi padre estaba muriendo. Puedo decir que era la cosa más importante que tenia en mi vida, ya que no tenía novio, ni hermanas, o siquiera un perro al cual llamar Louise.

Rápidamente agarré la mano de mi padre, la apreté muy fuerte y le di un beso en su mejilla. Él sonrió diciendo adiós y se pudo notar como se fue de éste mundo hacia otro donde podría haber paz.

Caminaba por la hermosa playa en la madrugada, unas horas después de que mi padre murió. Comencé a pensar en mi madre, ella es muy hermosa, pero una zorra. Vive en Italia con todos los lujos que cualquier persona de clase media no podría tener, y miles de hombres a sus pies. Mis papás se separaron cuando yo tenía 14, mi mamá era una alcohólica, ¿quién lo diría? Tuvieron una discusión y se fue de casa. Entonces quedé yo sola con mi papá.

Y ahora estoy yo sola, sin mi papá.

Iba pateando pequeñas hojas que caían con el viento de la fría noche, choqué con un extraño y éste me miró con desprecio.

- ¿Eres ciega? - Dijo el chico, cabello rubio, ojos verdes, aspecto fuerte y rudo. Típico chico popular de la escuela.

- Muevete, imbécil - Caminé unos pasos más rodeándolo para seguir con mi triste paseo, pero el me agarró del brazo y al parecer sacó un arma, lo que me hizo asustarme más. Sinceramente si muriera, quisiera que fuera el mismo día que mi padre, así talvez podríamos estar juntos como siempre.

- ¿Como me llamaste? - Sonaba furioso, seguía apuntándome con el arma. Lo miré a los ojos y creo que pudo sentir mi tristeza porque me soltó y se fue caminando sin mirar atrás.

Esta clase de cosas no pasan normalmente, por un momento me sentí mal por haberlo llamado imbécil, pero luego recordé lo mal que me habló y simplemente se me pasó.

"Hogar, dulce hogar." decía la pequeña alfombra al entrar en casa, como si en realidad lo fuera...

Justamente yendo hacia mi habitación sonó el teléfono. ¿No se cansan de llamar? Fui a atender el teléfono prácticamente en ropa interior. Cuando finalmente agarré el teléfono colgaron.

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