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5:31 am marcaba mi reloj de pared al momento que decidí dejar de darme vueltas en la cama. El insomnio me estaba comiendo viva y mi desesperación estaba en el límite. La noche se encargaba de invadir mi cuarto de oscuridad y la luz de la luna reflejaba en sólo algunas partes de éste, ocasionando que mis ojos marrones hinchados me ardieran. Intenté encender la lámpara celeste que se encontraba en mi mesita de noche para comenzar a acostumbrarme a la luz pero al parecer la bombilla se había fundido.
Llevaba llorando una semana entera por mi reciente cambio que logró ocasionar un gran conflicto conmigo misma.
A lo largo de mis veinte años siempre sentí que estaba feliz con mi cuerpo lleno de curvas y buenos atributos. Nunca me sentí mal por tener la vista de la mayoría de hombres sobre mi silueta. Siempre usaba ropa femenina y buscaba la manera de verme bien. Coleccionaba maquillaje y mi cabello lo llevaba muy largo, hasta la espalda baja. Pero todo eso cambió cuando le di una hojeada al mundo y descubrí que no todo es cómo yo pensaba.
~***~
El primer grado en mi carrera de psicología ansiaba y no fuese demasiado complicado. Un peso sobre mi corazón y una fuerte sensación de mareo impactaba contra mí cada cinco segundos. No conocía a absolutamente nadie aún, pero presentía que las cosas no irían tan mal después de todo. Mi primera clase fue fácil de digerir debido a mi buena atención; la maestra Hudson era poco amable y lo suficientemente estricta cómo para hacerte sentir que no debías despegar la mirada del pizarrón. Al siguiente módulo toda la escuela parecía tener algo de qué hablar. Podía ver a grupitos pequeños chismear por todos los pasillos de la escuela, por lo cuál mis dudas de sobre qué se trataba se fueron al momento el cual nos llamaron al gimnasio para hacer un homenaje. Mediante el director Frank Miller de cabello cenizo se daba la tarea de explicarnos el reciente hecho, mi sorpresa iba agrandándose. Un alumno de tercer año en biología se suicidó un día anterior debido al acoso sexual que estaba teniendo en la misma institución.
—No era un chico, era una chica–un compañero de mi carrera habló a mi lado mientras aún yo no lograba comprender sus palabras–.
—Disculpa, ¿qué decías?
—El director lo hace ver cómo si fuera un chico, pero él era transgénero–volteé a verlo unos segundos. Su cabello era café oscuro muy corto y tenía unas cejas muy pobladas que iban a la perfección con sus ojos color miel–Su nombre era Mauro, pero cómo chica se hacía llamar Mara. Yo la conocía, era bastante linda y si la llegabas a tratar en ningún momento te sentías incómodo. No entiendo por qué le hicieron esto.
—Lo lamento mucho–respondí al momento en el que pude notar unas cuantas lágrimas asomarse por sus ojos–.
Sin más distracción el chico y yo no volvimos a hablar.
Ése día al llegar a casa recuerdo cómo las preguntas seguían bombardeando mi mente. En casa, era complicado hablar de ese tipo de gustos y las relaciones del mismo sexo. Mis dudas crecían y crecían mientras menos me permitía buscar el significado de ser transgénero en internet. Me mordía las uñas aún perturbada por el anterior hecho sin poder creerlo aún y miraba una y otra vez la cruz que se encontraba arriba de la cabecera de mi cama.
—Lo siento–dije en un tono de arrepentimiento–.
Tomé mi celular y comencé a teclear "¿qué significa ser transgénero?". Aún así, mi curiosidad no se encontraba satisfecha. Algo me hacía falta y no sabía qué era.
—Angelica, necesitamos que hagas la oración con nosotros antes de irnos a dormir–mi madre, Blanca, me llamaba desde el comedor–.
Ocasionó que diera un pequeño brinco de susto. Recuerdo lo cerrada que mis padres mantenían mi mente; cómo me llenaban de ideas falsas y doble moralistas. Cómo ellos decidieron sobre mí bastantes cosas. El novio que debía tener, de una familia católica y que fuera a misa dominical. Recuerdo que no podía siquiera hablar de lo que yo quería.
Ése día comencé a sentir verdadera vergüenza de mí misma, identificando lo dudosa que ahora me encontraba de la sexualidad que nunca antes se me dejó mencionar.
~***~
Y ahora, aquí estoy. Mis lágrimas continuaron saliendo mientras imaginaba cómo sería tener un pecho plano y un aspecto masculino. No podía creer cómo pensaba, no me conocía. Ahora la cruz que tenía lugar sobre mi cabeza a la hora de dormir y las imágenes religiosas que mi madre colgó por mi cuarto de paredes rosa pastel se encontraban en un cajón. No podía con la vergüenza y me hacía sentir realmente culpable.
Perdí mi mirada unos segundos en el suelo de baldosas blancas y recordé lo que escondía bajo mi cama. Me incliné y dediqué a sacar una caja que parecía ser de recuerdos rosa, abriéndola y dejando aparecer unas vendas. Me reincorporé, levanté mi blusa y con miedo a que mi madre entrara por mi puerta procuré vendarme lo más rápido que pudiese. Amaba el resultado que vi al final.
Las lágrimas invadieron mi rostro y me sentí realmente feliz. Tomé una sudadera gris que mi novio había olvidado y me la coloqué encima. Parecía por completo el físico de un muchacho, aunque mi pantalón de pijamas rosa no ayudaba en demasía me sentía cómoda y realmente identificada con el espejo.
Aunque no sabía si esto era un juego, una confusión, o una rara manera de no sentirme reprimida por mi familia, me sentía excelente y la vergüenza se iba. Podía respirar tranquila.
—¡Angelica!
La voz de Blanca me hizo saltar y pegar un pequeño grito. Mi corazón comenzó a palpitar de una manera extraordinaria y el miedo se apoderaba de todo mi cuerpo. Quité las vendas y el suéter en sólo unos segundos aventándolos abajo de mi cama al finalizar y pude respirar tranquila al sólo recibir una disculpa por parte de mi madre al suponer que me había despertado. Cerré los ojos y agradecí.
No respondí nada.
Escuché los pasos de mi madre alejarse y mi cuerpo se relajó cuando verifiqué que ya no se encontraba cerca. Respiré profundo y fue allí cuando me giré y me encontré con un cielo verdaderamente precioso, acercándome cada vez más a mi ventana y abriéndola para así dejar ver el cielo estrellado más a detalle. No pude evitar enamorarme.
Solté un par de lágrimas vagas, para consiguiente limpiarlas con mi derecha y prometerme que algún día dejaría de mentirle a todos y por supuesto, dejar de mentirme a mi misma.
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De nuevo, sé que son capítulos cortitos pero próximamente se volverán más largos. Gracias por leer ❤️