Personas extraordinarias

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1. D. Johnson.

Aquella mañana, David Johnson apagó el despertador cuando aún no había salido el Sol. Se rascó la nuca mientras intentaba retirarse los rizos marrones que caían sobre su frente, para acabar levantándose de la cama con dificultad. No hacía ni dos meses desde que había terminado el grado de Ingeniería Aeroespacial y ya estaba planeando su siguiente destino. David siempre había sentido una  profunda atracción por la arqueología y los misterios "universales", más científicos que a nivel filosófico; no le importaba mucho el "por qué" de los sentimientos humanos, pero sí la existencia o no de vida extraterrestre. Pretendía empezar su máster en la más prestigiosa Escuela Militar y Diplomática de Altas Investigaciones aquel mismo mes de agosto, y aunque había sido pre-admitido, debía desarrollar un proyecto a gran escala que sorprendiese al tribunal el primer día de clase. Si no lograba contentar al tribunal, no podría formarse allí, y David NUNCA aceptaría un no por respuesta. 

Si algo caracterizaba a aquel chico era su decisión, algo fundamental a la hora de lograr todos sus propósitos, pero también era extremadamente tímido y desconfiado, lo que le llevaba a no desvelar a nadie- ni siquiera a su familia- cualquier plan o proyecto que tuviese en mente. Aún no le había dicho a sus padres ni a sus dos hermanos sus planes de formarse en una Academia Militar y Diplomática, pero sí había empezado a trabajar en su proyecto. "El Proyecto Sorpresa" lo había llamado. Seguramente los padres de cualquier otro muchacho se hubiesen preocupado si su hijo subiese al desván a las cuatro de la mañana a mirar por el telescopio, pero en casa de los Johnson eso era demasiado habitual.

David estaba acostumbrado a trepar por una antiquísima cuerda para llegar al desván desde donde observaba todo lo necesario- que el techo fuese completamente panorámico era, sin duda, una grandísima ventaja.

-No veo nada- protestó para sí- no es posible... ayer estaba todo en su sitio- pero por más que giraba su objetivo, era incapaz de lograr su propósito- ¡No puedo tirar todo mi trabajo a la basura ahora! 

Bajó el objetivo del telescopio y fijó la mirada en el  cuaderno con todos los cálculos. 

-¿Qué otra cosa podría ofrecer yo salvo esto?


2. B. Firenze.

Bailey Firenze había sido bailarina casi toda su vida. Sin embargo, desde pequeña adoraba asociar datos y procesarlos. Era algo más que cotilla, era discreta y escurridiza. Podía enterarse de todo sin moverse de su sitio: escuchaba frecuencias mucho más altas y mucho más bajas de lo que el resto de personas acostumbra a escuchar. Podía detectar quién se acercaba solo con el sonido de los pasos, y, especialmente, podía predecir qué harían a continuación el resto de personas. Había crecido en un ambiente algo disfuncional, pero amante de la cultura y la historia. Sin embargo, pese a poder recordar muchas fechas y acontecimientos en poco tiempo, no era  hacer historia lo que le interesaba. Bailey era especialista en analizar acontecimientos simultáneos situados a muchos kilómetros de distancia, y estaba ávida de información. Había terminado  la carrera en Geopolítica e Historia, y estaba preparando un ambicioso proyecto acerca de la inteligencia secreta. A sus 22 años había tenido dificultades para poder acceder a información confidencial, pero a pesar de ello, se las había apañado demasiado bien. Solo había una cosa que le preocupaba: su admisión en la Escuela Militar y Diplomática. Bailey no era ni bajita ni pequeña, pero como ella misma sabía, la gente solía dejarse llevar por las primeras apariencias, por lo que su cara redonda, infantil y dulce- solo en algunas ocasiones- solía llevar a confusión acerca de su edad. 

-¿Qué estás haciendo? -preguntó su madre.

Bailey levantó la vista desde el ordenador.

-Investigo gente -contestó.

En la cuerda  floja- Walking a tightropeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora