Nro 5: Pregunte al operador si allí lavan ropa

26 4 1
                                    

— ¿Un diecinueve?

El jovencito asintió muy lento y bajo. Con la mirada clavada en los zapatos del mayor.

— ¿Un diecinueve de veinte? ¿Nada más, Luca Ferretti?

— ¡Pero papá! — replicó al fin el jovencito, luego señaló con la palma abierta hacia la hoja de resultados de su último exámen escrito en el instituto — Es un diecinueve, casi un veinte — Dijo casi suplicando algo de reconocimiento de su padre.

— Casi, Luca — interrumpió su padre rodando los ojos. — Tú mismo lo has dicho. CASI. — continuó haciendo énfasis en la última palabra. El hombre viejo y arrugado como una pasa caminó un momento al rededor del más jóven de sus hijos, aquel que de hecho no debió haber nacido pero que, para su grata fortuna, lo hizo. Y allí estaba él, dieciseis años después trayendo ante él notas mediocres, siguiendo e inclinando su camino cada vez más hacia el camino que tomaron sus hermanos mayores.

La vergüenza de la familia.

El hombre se sentó en el gran sofá de la estancia aun con la hoja en la mano, negando continuamente con la cabeza, decepcionado, con desaprobación. Se acomodó contra el respaldo y soltó un suspiro que acompañó un gruñido.

— Luca. — le llamó clavando los ojos como de arpía en la figura de su retoño. — ¿Tú sabes porqué me molesta tanto esto? — preguntó sacudiendo ante el jovencito el papel. Luca se lo pensó un poco.

Había aproximadamente una docena de razones por la que a su padre le molestaba que ese diecinueve no fuera un veinte.

— ¿Porque puedo hacerlo mejor? — preguntó tentativamente con una voz tan chiquita que sus palabras alcanzaron por poco los oídos de su progenitor.

El señor Ferretti movió la cabeza a ambos lados con una mueca en los labios.

— Entre otros... — admitió. — Pero lo que realmente me molesta, que me mata, que me... decepciona y a su vez me duele: Es que esto — levantó la hoja frente su rostro, para que el castaño de rizos pudiera ver bien la nota. — Esto significa que eres el segundo de tu clase.

Luca asintió confundido entre no saber si sentirse orgulloso de ello o sentirse perdido.

— ¿Y te he dicho que son los segundos?

Luca volvió a asentir muy bajito.

— Los segundos son los primeros perdedores.

— ¡EXACTO! — gritó al fin el señor Ferretti. — ¡LOS PRIMEROS PERDEDORES! ¡Y YO NO TENGO HIJOS PERDEDORES! — continuó ahora de pie, gritando a todo lpulmón, dejando que la furia escapase de su cuerpo junto con su aliento y sus palabras. — ¡NO TÚ! Luca, no tú...

El labio del viejo tembló mientras sus ojos saltones quemaban la presencia del jovencito. Luca asintió una vez más.

— No se volverá a repetir, papà...



¡Buen día! Gracias por llamar a Dulce Pizza, ¿Puedo tomar tu pedido?

— ¿Aun tienen esa promoción de pizza con Nutella y topping surtido?

El operador al otro lado de la línea  hizo silencio por un momento al escuchar, había reconocido enseguida el tono y la voz. ¿Cómo confundirlo?

— ¿Luca? — volvió a responder el operador — Te dije que no llamaras aquí, sabes que puedo perder mi trabajo si saben que mis amigos están llamando aquí para molestarme... — no obtuvo respuesta. Desde el principio supo que había algo mal. — ¿Qué sucede? De todos tú eres quién menos llama aquí...

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 27, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Cómo ordenar una pizza: Una guía para idiotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora