Nro 4: Pida ingrediente por ingrediente, pausadamente.

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Estaba harto.

Se suponía que los años de preparatoria, la adolescencia y las experiencias por venir tendrían que ser por mucho: agradables recuerdos, bonitos aprendizajes para la futura vida de adulto y una fuente inagotable de buenos sentimientos de compañerismo, esperanza y amor.

Un lugar dónde hacer amigos para el resto de la vida, compañeros para apoyarse y consolarse mutuamente. Personas con las que tendrías que tener un contacto saludable por el resto de tus días...

Pero no.

Para Park Jaehyun la vida en el instituto, aun cuando ya faltaba nada para culminarla: Había sido un total, reverendo y maldito infierno.

Desde que había ingresado a ese lugar de mierda, donde se supone debía aprender, disfrutar su juventud y hacer las amistades que le perdurarían durante los siguientes años: Su vida había ido de mal en peor.

Burlas, sobrenombres despectivos, golpes "no intencionados", bromas muy pesadas, vergüenza pública, xenofobia extrema...

Todo. TODO lo más humillante que podía pasar a un estudiante de dieciocho años a pocos años de graduarse: Todo eso le habían hecho pasar a Jaehyun.

Desde meterle el pie para que tropezara y tirara todo su almuerzo en la cafetería. Hasta poner laxante en su bebida mientras alguien más lo distraía y hacerle cagarse en los pantalones frente a toda la clase.

Por ello, ya estaba harto.

Pero sus padres habían decidido que lo mejor era tenerlo controlado, lejos de esos revoltosos amigos suyos que lo único que lograban era cernir una mala influencia en su hijo. Así que convencidos en que el problema del comportamiento de su hijo era culpa de sus amigos: Lo cambiaron a un colegio más consevador y controlado, a fin que Jaehyun conociera e hiciera nuevas juntas con chicos que no fueran un completo desastre.

No obstante, no podrían haberse equivocado más. Puesto ahora Jaehyun estaba al borde de la ira, ya cansado de los malos tratos recibidos por sus compañeros.

Rojo de la ira. Temblando de pies a cabeza, rechinando los dientes y con los ojos inyectados en sangre, su dedo índice señalaba al chico que acababa de echarle un batido helado de choco en la cabeza al pasar por su lado, para luego murmurar un "Lo siento mucho, Parking" causando que el patio entero estallara en carcajadas.

Todos a su alrededor y al mismo tiempo, burlándose de una sola persona.

— ¡Tú! ¡PEDAZO DE IMBÉCIL! ¡¿TE CREES MUY LISTO POR DECIR UNOS CUANTOS INSULTOS?! — Vociferó fuera de sí — ¡PUES VEAMOS QUE TAN VALIENTE ERES A LA SALIDA CUANDO TE PARTA LAS PUTAS PIERNAS, MALDITO HIJO DE MIL PERRAS!

Y acto seguido se dio la vuelta aun temblando, ahora no solo de rabia, sino de frío, hasta entrar nuevamente al instituto bajo las atentas miradas de todos sobre él. Todos sorprendidos por ese cambio de actitud de pasivo-defensivo a totalmente ofensivo. Jaehyun había sido quebrado.

El patio se quedó en silencio aun después de que el chico castaño desapareció de la vista de todos con dirección al baño a intentar limpiar un poco el pegajoso líquido que se adhería a su cabello goteante, manchaba su impecable uniforme y le calaba el frío clima hasta los huesos.

Una menuda rubia entró corriendo y agitada al lugar. Llevaba sus rizos despeinados, como siempre, haciéndole lucir adorable. Aunando su corta estatura, el tamaño de sus manitas y su expresión inocente. La jovencita que no pasaba de los dieciocho podía parecer un tierno ángel al llamado de auxilio de un marginado.

— Supe lo que pasó — fue lo primero que dijo al encontrar a Jaehyun reclinado sobre el lavabo, el grifo a todo dar mientras el agua corría de su cabello achocolatada. — ¿Fue Laurent nuevamente? Ese imbécil... me aseguraré de decirle que...

Cómo ordenar una pizza: Una guía para idiotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora