Heme aquí mirando el espejo; mirándome al entrecejo. A veces lo veo como la mayor obra de arte, y te digo: ¡siempre... voy a amarte! Esculpido por Dios a quien muchas veces por arrogancia le he dicho adiós.
Veo esa hermosa Luz que eres, ese fuego intenso que sientes. Luz que cuando aumenta, permite que nuevas personas con luz violeta lleguen a mi vida, y en mi ser cada una anida.
Mi vida profesional mejora, me conecto con el Aquí y el Ahora. Aunque en ocasiones soy un idiota, a quien yo mismo me doy en la jeta y Aquí con mi espejo frente a frente: nos reímos de esas idioteces como dos tontos, cada vez más cuerdos, cada vez más locos.
Gracias a esa Luz Violeta me siento con más vitalidad y motivado, a decirte: ¡Te amo!, cada vez me haces feliz, pues las cosas empiezan a caminar al aumentar la luz, que es violeta y hay veces que es blanca y es azul y que tú eres yo y yo soy tú.
La luz aumenta, y las personas de baja vibración empiezan alejarse solitas, espantadas; corren al no aguantar tal luz, presas de su propia oscuridad y de su inquietud.
Cuando la luz aumenta, llegan ángeles, llegan maestros, acompañados por guías espirituales (tantos que pierdo la cuenta), y todos ellos de alguna forma protegen mi caminar día a día, para ser partes de mi vida, que a veces esta quieta o en modo lujuria o vibra en armonía; y es dulce; y es agria... y es agonía y es alegría.
Cuando la luz aumenta, las malas intenciones de algunas otras personas, difícilmente llegan a mí, porque yo soy... nada y soy inmensidad... soy abismo y soy el inmenso mar y es por eso que me amo cada vez más, porque sé que el amor es mi protección, el cual sale de más allá del corazón.
¡Espejito, te amo!, aún más con lo que en este momento me muestras, un niño que sale a jugar, a reír; a no importarle mostrar que era un idiota culto e insepulto y ahora consiente de ser luz en el oscuro mundo, con mi niño interior la Luz Violeta difundo.
