"Culpable"

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Jon despertó al alba. Somnoliento y con los ojos entrecerrados, estiró su brazo al otro lado de la cama esperando encontrarse con la tibia piel de Dany. El calor, sin embargo, provenía del lomo peludo de Fantasma, el lobo huargo, blanco como la nieve, que gruñó cuando sintió la caricia de su amo.

Todo había sido un sueño, se percató Jon.
Un sueño traicionero que le hizo creer que había pasado la noche entre los brazos de su reina, Daenerys, la única mujer que poseía su raído corazón. Una mujer muerta, pensó. Su corazón pertenecía a la joven que él mismo había asesinado.

Jon recordaba con exactitud el momento en que Dany se alejó, con la piel blanca y fría, entre los brazos de Drogon. Recordaba como dolía su pecho, justo en el mismo sitio en que le clavó la daga. Recordaba la sangre en sus manos, y sus ganas de vomitar. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué tuvo que entrar en esa celda a hablar con Tyrion? Aquel beso que se dieron junto al trono de hierro, el último, podría haber durado una eternidad. Jon lo sabía: habrían gobernado juntos, conquistado aldeas y liberado esclavos de cada confín de la Tierra...

Podrían haber roto la rueda. Los dos, de la mano. Como reina y rey.

Jon sintió como una lagrima solitaria corría a través de su mejilla. Esa mañana se permitió llorar; lloró la pérdida de su amada como no había podido hacerlo días atrás, y, en lo más hondo de su alma, rezó por que su Dany aún siguiese viva en la memoria y los sueños. Para siempre. Tal y como él le había prometido.
Tormund llegó pronto. Jon le abrió la puerta a medio vestir. Su pelo rojo brillaba a la luz del sol naciente. En sus ojos azules, pudo ver una chispa de picardía.

-No partiremos aún, Nieve- anunció sonriendo mientras Jon terminaba de abrocharse la camisa-. Un cuervo de Desembarco llegó esta noche. Ser Davos ha prometido visitarnos.

Jon asintió. Se alegraba de veras de volver a ver a su amigo, pero tras los sucesos ocurridos en la Fortaleza Roja, sentía que de algún modo el caballero de la cebolla solo traería recuerdos amargos y quebraderos de cabeza. A su vez, también tenía la esperanza de que Davos trajese buenas noticias sobre Bran, el nuevo rey de Poniente, y sobre Arya, si es que alguien sabía donde se encontraba. Sobre Sansa..., bueno, sobre ella ya lo sabía todo. La gente la aclamaba como reina. La mejor monarca que el Norte ha conocido, decían. Jon sabía que era verdad.

-También ha llegado un cuervo de tu hermana pequeña.
Arya, pensó Jon sorprendido, aunque sabía que no eran realmente hermanos.

-Creía que ni siquiera llevaba cuervos en ese barco.

-En fin, ya sabes- dijo Tormund, observando el Muro desde la ventana del cuartel-, esa chiquilla está preparada para cualquier cosa. Recuerdo que en la batalla de Invernalia acabó con todos los caminantes al asesinar al Rey de la Noche.
La batalla le trajo un olor agridulce, como de sangre y miedo, que Jon intentó echar a un lado. La mayoría de su pasado le recordaba a ella, a su reina.

Tormund lo miró con una pizca de compasión.
-Vayamos a ver qué dice Arya. Su mensaje debe estar en la torre del maestre aún.

Cuando hubo terminado de amarrarse las botas, Jon señaló la puerta con la cabeza y los dos salieron a grandes zancadas del cuartel.

El Castillo Negro ya estaba despierto. Los herreros trabajaban el acero como cada mañana, los constructores subían y bajaban en la celda procurando terminar con la reparación del Muro cuanto antes, en las cocinas ya olía a estofado. Todos parecían tener un propósito en su vida excepto Jon. ¿Qué haría?, se preguntó. ¿Qué haría con Tormund más allá del Muro?

Al llegar a la torre del maestre, se encontraron con que la puerta se había atascado debido a la nevada de la noche anterior. La abrieron como pudieron, a patadas y golpes. Dentro hacía frío; el fuego no estaba encendido. Tormund se encargó de avisar a un mayordomo para encargarle que fuera a por leña. Mientras tanto, Jon recorría la torre en busca del mensaje de Arya. Finalmente, tras unos minutos, lo encontró en el alféizar de la ventana junto a un cuervo, el cual, después de ser alimentado, salió volando por la puerta con un rápido aleteo.

"La Muerte del Deber" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora