04. Resurrección

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Terremotos hacen a la isla temblar de forma tenebrosa, como si se estuviera expresando el odio acumulado de los Gigas sobre el Etna, Seiya está enterrado sobre las cenizas recientes que caen en la ladera del volcán. Fue lanzado contra el lateral de la montaña por el impacto del cuerpo de Agrios, la Fuerza Bruta. La sangre que recorre su frente es absorbida rápidamente por el suelo esponjoso.

- Que increíble es el poder de los Gigas - Piensa el Santo, percibiendo una fisura en su Cloth de Pegaso, en la altura del pecho - Así que la historia de que todos los Santos fueron derrotados no era mentira, no... -

Seiya sabe que solo alguien capaz de exteriorizar su Cosmo, alguien que domine la técnica de lucha capaz de destruir átomos, sería capaz de dañar su traje sagrado, más resistente que cualquier metal del universo.

- Ahora solamente a dónde has llegado, Pegaso - Agrios se aproxima al joven en su Adamas azul, pisando las cenizas lentamente - Si no hubieses sido detenido por la montaña, habrías cruzado el mediterráneo hasta África. -

- Exageras- dice Seiya, irguiéndose. Su rostro está lleno de hollín.

- Todavía puedes hablar tonterías después de recibir mi Crag Press? Estoy impresionado. - Seiya y Agrios se enfrentan sobre el declive resbaladizo, a diez metros el uno del otro. Cuando ningún ataque de lucha o de artes marciales podría ser detenido a esa distancia, para los Santos, que luchan a velocidades supersónicas, ese es un espacio mínimo.

- RYÛSEI KEN!! (Puño Meteoro) -

- Es inútil!! - Sonríe Agrios, mientras los dos se cruzan en el aire, envueltos en ondas de impacto - Para mí, eso es como una picada de mosquito. -De hecho, en ese momento es alcanzado por centenares de meteoros, el Giga no hace ninguna reacción, permaneciendo inmóvil todo el tiempo.

- ¡¿Cómo es posible?! - Piensa Seiya, perplejo - Por más que su Adamas sea resistente, no existe nada que no pueda ser destruido por... -

- No tienes como vencer - Dice el gigante, interrumpiendo los pensamientos del Santo. - Confórmate con la derrota, Pegaso. ¡Es el fin! - Y una vez más, Agrios toca el suelo con una de sus manos, curvándose para ganar impulso. Para ese terrible gigante, artimañas son innecesarias. Le basta lanzarse sobre el oponente con su durísima armadura y el peso sobrehumano de su cuerpo. - CRAG PRESS!! (Presión de Risco) -

El suelo parece explotar con el avance de Agrios levantando una enorme columna de cenizas. Seiya no consigue desviarlo y el gigante agarra sus pies como en un juego de fútbol americano, lanzando al Santo sobre el suelo con todo el peso de su cuerpo a una velocidad avasalladora.

- AHH!! - Seiya lanza involuntariamente un chorro de sangre, formando una especie de neblina rojiza en el aire.

Su nuca alcanza el suelo con un desplome sordo. Agrios contempla por unos segundos la eficacia de su técnica, soltando lentamente el cuerpo inmóvil de Seiya, con una expresión satisfecha de haber cumplido el trabajo.

- Será que le quebré todos los huesos? - Se pregunta, mirando con desprecio a Seiya, que está prácticamente enterrado en las cenizas, mucho más golpeado que cuando fue lanzado por el gigante hace poco.

El cuerpo del joven absorbió toda la energía destructiva de la armadura y de la impresionante masa corporal de Agrios. - Podría matarlo si quisiese - Continua, irguiendo con una sola mano el cuerpo de Seiya, ya envuelto en cenizas que se acumulan incansablemente. - Pero no habría tenido sentido traer a los Santos al Etna. Sin mencionar que, si lo matase, tendría que escuchar los pesados sermones de Thoas y del Maestro Enkelados. ¿Entonces, me haces un favor? - su voz se torna en un tono malicioso

- Permanece vivo solo un poco más. Después de acabar nuestro asunto, yo termino de matarte, ¿de acuerdo? -

Un rayo de luz se esparce por el aire repentinamente. Agrios es tomado por sorpresa por el disparo del meteoro de Seiya, que hasta ahora parecía moribundo. Los enemigos vuelven a tomar distancia entre sí, mientras un viento fuerte arrastra las cenizas del suelo.

Saint Seiya: Gigantomachia I, La historia de MeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora