capítulo uno

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Observar

Elena a veces tenía noches de insomnio, por más que cambiaba de posición o inclusive que fuera por el famoso vaso de leche caliente no lograba dormir.

Ella odiaba esas noches puesto que se ponía a pensar mucho y sobre muchas cosas. Sin embargo esa noche se sentía incluso con energía como para caminar un rato por la calle, pero por la hora era obvio que no lo iba a hacer.

Después de tomar una pastilla para dormir volvió camino a su cuarto que estaba a solo unos metros de la cocina ya que la casa era de un solo piso y antes de entrar volteó a la puerta junto a la de ella, sabía que estaría siempre vacía.

Cuando sentía que estaba dormitando recordó aquellos rostros que tanto añoraba y una pequeña lágrima salió de su ojo derecho.

...

Se despertó con sentir la vibración de su celular debajo de la almohada, se giró para agarrarlo y leyó el nombre que se mostraba en la pantalla.

"Sara"

Deslizo el dedo por el celular para contestar.

­­– ¿Si?

Hoy vamos a ir al parque con Tom a la una de la tarde ¿vienes?

–Um, ok.

Se despidieron y Elena vio que eran las diez de la mañana así que se volteó hacia el techo viéndolo solo unos segundos para posteriormente estirarse y levantarse de la cama, caminó hacia la puerta para llegar a la cocina donde encendió la estufa y así cocinar un huevo estrellado.

Aún quedaba pan así que revisó la fecha de vencimiento –Tengo una semana para comerlo – abrió el empaque y metió dos rebanadas de pan en el tostador y al tratar de encenderlo este hizo lo contrario. Frunció su seño unos segundos, luego sonrió y emitió una pequeña risa.

Tal como hacia cada vez que eso pasaba comenzó a jugar con aquel momento. Camino silenciosamente hacia la puerta para agarrarse del marco de esta en una clase de pose de espía y comprobar lo que ya sabía: estaba vacío.

Volvió en puntillas hacia el tostador y extendió ambas manos a los lados de este, y en un segundo pequeñas chispas salieron de estas. El tostador encendió correctamente y tostó el pan.

Llegó a la mesa con el huevo y el pan servido, dejó el plato en esta y se sentó pesadamente en la silla. Observó hacia el mueble donde estaba la fotografía de sus padres junto a una Elena de tres años. Y sonrió, porque la noche anterior al fin había soñado con ellos después de tantas noches y, como si quisieran reconfortarla, soñó con los tres totalmente felices en una salida familiar normal.

Terminó de comer y dejó el plato en el lavaplatos y caminó a su habitación. Agarró su toalla y fue al baño.

Se duchó con mucha tranquilidad, dejando a sus músculos relajarse. Lavó su cabello y salió de la ducha, caminó devuelta para abrir un armario y tomar ropa. Se puso unos shorts pegados color negro y una blusa de tirantes gris, amarró su oscuro cabello en una cola alta y se vio al espejo de cuerpo completo que tenía. Se quedó viéndose por al menos dos minutos, su piel poco tostada pero que no llegaba a ser blanca, sus ojos verdes brillantes y por último se quedó observando aquellas marcas en sus brazos y piernas.

Tenía unas marcas con el movimiento de rayos con colores violáceos, otros eran más oscuros, la mayoría eran largas y otras eran pequeñas. Encendió sus rayos para ver que aquellas marcas tomaban un ligero brillo. Aquello no le gustaba, para nada, así que fue a su silla de escritorio y tomó sus medias y sus guantes. Sus medias le llegaban hasta la mitad de sus muslos así como sus guantes no le cubrían sus dedos pero llegaban poco después de sus codos. Sonrió ligeramente al ver que ya no se miraban aquellas marcas. Tenía que cuidar aquellos guantes, eran los terceros del mes.

Tomó su teléfono para ver que ya eran las doce y media, si caminaba rápido podría llegar con cinco minutos de anticipación.

Salió de su casa con su bolsa en la que llevaba sus audífonos, sus llaves de casa y su celular.

–tengo que comprarme una bicicleta, definitivamente.

Comenzó a caminar sin darse cuenta de aquella camioneta pick-up estacionada a unos metros de su casa. Desde ahí un hombre con binoculares logró ver una de sus tantas marcas antes de que ella se subiera el guante ya que este se le había bajado.

El otro hombre vio como este le asentía y agarró el walkie-talkie para presionar el botón y activarlo.

–aquí cazador número dos, confirmamos que la chica tiene las marcas características

–muy bien, pueden regresar. Pero esperen a que esté lejos y no vayan lento cuando pasen junto a ella. No quiero que levanten sospechas

–Sí señor

Las violetas de ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora