capitulo tres

1 0 0
                                    

Aquel sentimiento de terror y pánico la inundaron por el resto de la noche. Tuvo que tomar unos calmantes, preparo una fresas con azúcar y volvió a su cuarto.

Cuando terminó de comer dejó su plato en la mesa de noche. Levantó su mano e hizo que un pequeño rayo saliera de esta, tuvo valor para quitarse su guante; vió como los relámpagos se iluminaban en un violeta pálido y brillante.

Sus ojos y piel reflejaban esa luz, recuerdos volvieron a su memoria pero los paró al tiempo que desvanecia aquel rayo.

Jugó con su teléfono en lo que salía el sol, era su primer día de trabajo y llegaría ojerosa y sin ánimos.

Fue a por el uniforme que le habían entregado la semana pasada, se puso los guantes que concordaban bastante con su color de piel para que no le dijeran nada sobre llevar unos de color negro.

Salió de su habitación y tomó una manzana junto a un jugo de naranja y salió de su casa para comérselo durante la corta caminata.

Su trabajo era en un pequeño comedor, ella sería una camarera; era su segundo trabajo después de que la despidieran del anterior por arruinar una de las cámaras de muestra; estaba enferma esa semana y un estornudo bastó para crear una caraga eléctrica que daño el objeto.

Al llegar la amable señora llena de arrugas, algo regordeta y a la que le falba un diente la saludo con un gran abrazo, su comedor estaba en el garage de su casa, viviendo ella en el segundo piso.

Cuando la soltó se dió la vuelta caminando hacia la cocina -¿Qué tal nena? Hace mucho que no veo al loco que tu padre ¿Cómo está? -Elena trató de hablar y decie alguna mentira pero la señora la interrumpió -. Bueno, ahora que estás aquí, ayudame a ordenar las mesas y limpiar, mi hija vendrá en un rato ¿sabes qué hace ella aquí?

-Eh ¿no?

-¡Yo tampoco! -Dijo la señora mientras reía a carcajada limpia -Es broma, ella atiende a las personas en el mostrador, me da las ordenes y yo te doy los platos, así funciona esto. Somos un equipo ¿entiendes? No quiero malentendidos entre nosotras.

-Claro, no le causaré ninguno

-Me alegró, ahora ¡a ordenar esas mesas!

Elena se volteó hacia una de las mesas para extender el mantel y posicionar los saleros y los servilleteros cuando un chico en una sudadera grande bajó las escaleras rápidamente y salió casi como una bala del establecimiento

-¡HEY, HIJO! ¡VUELVE ACÁ! ay no, este niño es incontrolable, no sé qué es lo que le pasa -Dijo la señora mientras se dirigía a la cocina

Elena supo que no era su asunto y volvió a lo que hacia.

Media hora después llegó la hija de la señora, era una chica de 17 años muy animada, de parecía a su madre: Mismos ojos, regordeta y una actitud radiante, energica y alegre.

-Hola, soy Camile. Un gusto -dijo estechandole la mano

-Soy Elena -dijo dando una sonrisa diminuta y rechazando su mano. Camile hizo una pequeña risa incómoda y se devolvió al mostrador.

Los clientes no tardaron en llegar cuando dieron las once cuarenta y cinco, le costó un poco pero un rato después agarró el ritmo de las otras dos mujeres.

Cuando llegó el fin de la hora laboral, que era a las tres de la tarde, las tres se sentaron a comer. Elena no pronunciaba palabra así que la joven trató de hacerle conversación.

-Y Elena ¿cuántos años tienes? Te ves jóven

-Tengo veinte

-Eh ¿y por qué dejaste tu otro trabajo?

-No lo dejé, arruiné un artículo y me despidieron

La chica rió otra risa incómoda, hizo una pequeña ojeada a su madre que le hizo un gesto con los hombros y la comida continuó en silencio.

Al llegar a su casa y tratar de prender las luces se dió cuenta de que las había dañado la noche anterior así que solo hizo un pequeño bufido y tomó la linterna que estaba en el mueble cerca de la puerta. En la casa hay varias de ellas por si esto sucede, no las suele usar mucho porque este tipo de cosas no son recurrentes.

Iluminó su camino, llegó a la cocina e hizo un par de huevos, tenía suerte de que su estufa fuera semi-eléctrica.

Terminó de comer y fue a su cuarto, se cambió y decidió ir al lago, sería una caminata de unos quince minutos y tendría que pasar por la zona de restaurantes; que a esa hora solo estaban abiertos unos cuantos bares a los que había ido una que otra vez.

Salió y durante el trayecto de despejó de todo el jaleo de la noche anterior. No llevaba audifonos pues quería escuchar el barullo de la noche, con sus grillos y sapos. El cielo estaba despejado y se miraba una luna en cuarto creciente junto con varias estrellas.

Al llegar a la zona de restaurantes vió que uno de los bares que frecuentaba, que no era mucho, parecía despejarse de una posible disputa.

Al acercarse hablo con uno de los comensales -¿Qué pasó?

-Nada, uno de los tantos jóvenes quería entrar alegando que la otra semana cumplía años y que tendría dieciocho. Que lo dejaran entrar y todo eso, pero el dueño se negó. Al final el chico se fue.

-oh, gracias. Feliz noche.

-Gracias, igualmente

Por mas que fuera un bar, el pueblo era tranquilo y máximo eran dos veces en el año en que se daban problemas por gente borracha, por eso no le sorprendió que el señor fuera amable aun oliendo un poco a alcohol.

Elena continuó su recorrido, pasó cerca de la casa del alcalde, quien era el padre de su amiga Sara, todas las luces estaban apagadas, así que era obvio que todo estaban dormidos.

Al llegar al lago, tuvo que quitar con el pie algunos montones de tierra que habían entrado en su sendero creado con los años. Escucho uno que otro pájaro y muchas ranas. Recordó que una vez cuando era pequeña y no podía controlarse bien, habia logrado atrapar a una rana, iba feliz a mostrarsela a su padre cuando paró por un estornudo. La pequeña rana murió electrificada y llego con su progenitor con una rana muerta y su pequeña llorando a moco tendido.

Sintió pena por si misma, pero lo detuvo en su momento. Solo era una pequeña ella que no llevaba ni un año con esos relámpagos violetas y no podía controlarlos.

Llegó al pequeño claro donde había su roca favorita, era grande y lisa. Tenia un pequeño agujero en la tierra cubierto por una roca donde tenía unos dulces por si le daba hambre en sus momentos donde se despejaba y se tranquilizaba.

Pero la roca-tapa estaba movida

Y sus dulces no estaban.

Y habia un chico sentado en la roca comiendo sus dulces.

Y ella tendría que gastar más en sus dulces.

¿Y por qué el chico tenía sus dulces?

¿Por qué seguia pensando en sus dulces?

Mejor dicho ¿quién era él?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 29, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Las violetas de ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora