➴ii. «inseguridad»

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➴ii
«inseguridad»

            Sus dedos tamborilean sobre el sillón con insistencia mientras su padre, con una postura recta frente suyo, gruñe palabras hastiadas a las cuales no presta atención por el simple hecho de que ya las conoce: ya conoce el motivo de sus e...

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            Sus dedos tamborilean sobre el sillón con insistencia mientras su padre, con una postura recta frente suyo, gruñe palabras hastiadas a las cuales no presta atención por el simple hecho de que ya las conoce: ya conoce el motivo de sus enojos, el motivo por el cuál libera esas feromonas pesadas y la misma razón por la que incluso su “madre” simplemente se queda callado aun cuando transmita la misma desesperación del propio rey para con su hijo, él.

Y sí, por un lado, es consciente de cuánta razón corre en ambos, es consciente del peligro y de cuán mal puede salir todo en dado caso de perder la compostura en medio de los actos. Pero todavía, con eso, JiMin lo desea... JiMin sigue aferrado a ese poste.

Y es una locura, una demasiado grande y ojalá pudiese dejarla atrás tan fácil como lo es el pensarla. Sin embargo, no importa cuánto se diga a sí mismo la demencia de mantener el pensamiento dentro de su cabeza casi las veinticuatro horas del día, no importa cuántas veces se regañe después de pensar en los posibles gruñidos entonados de un furioso rey debido a un capricho anhelado desde hace varios años, o las veces en las cuales su pecho se agita con fuerza mientras el enmudecido silencio solo es roto por sus jadeos incesantes y su cuerpo se encorva contra las sábanas, rodeado siempre de un calor que lo abruma con facilidad y un bermellón demasiado notorio acentuado en sus suaves pómulos. Todo acompañado de esa fina capa perlada haciéndose presente en un camino poco directo a su mandíbula siempre tensa, reaccionando siempre a la forma en cómo el calor desciende por su piel.

Todo ese sudor tan frío como caliente siendo participe siempre en todas esas veces donde sus fantasías se vuelven sueños y los sueños en meras imágenes placenteras. Nubes explícitas de sí mismo en escenas poco adecuadas para un tercer ojo curioso; la forma en cómo su vientre se contrae mientras las almohadas son víctimas de unos dedos temblorosos, causan una imagen poco controlada, caprichosa, del joven heredero.

Para JiMin es inevitable que el deseo gane, no cuando a esas alturas sus hormonas se encuentran envueltas en esa extraña pero placentera vorágine capaz de enloquecerlo hasta un buen punto.

Como los pétalos de esas bellas gardenias movidas al son del viento, envidiosas de su libertad, JiMin desea volverse arcilla entre aquellas grandes manos, tan cuidadosas con su labor y apasionadas en cada dulce caricia y suave sonrisa con sonrojadas mejillas. Desea sentirse aprisionado entre lo que puede ser una diferencia latente a aquello por lo cual sus ojos se sienten enervados de ser espectadores, temerosos de la posible sensación vacía yaciente en su pecho tras dar por culminado “ese” momento y del pánico haciéndole volverse hasta encarcelarlo contra la primera pared a sus espaldas si con ello cabe la posibilidad de huir y retroceder su destino como heredero.

El solo hecho de imaginarse esos retratos de ambos, dedos febriles y sonidos hondos de gargantas resecas, de besos tan dulces como apasionados, es la mayor de las locuras por las cuales él mismo cataloga a sus propias hormonas como la burla de quien, en cualquier momento, figurará como autoridad de esa nación creciente. Incluso el escalofrío y cómo su delicada piel inmaculada entre pequeñas marcas perfectas hacen de su propio orgullo un manchón cuyo lienzo rendido no aporta demasiado a los trazos inconexos de su pobre cabeza; confusa entre una mezcla extraña que no puede ignorar tan fácil.

[HIATUS] Dulce ambrosía » Y.MDonde viven las historias. Descúbrelo ahora