Escribo esto con el máximo dolor en el pecho que mi organismo puede soportar. El mismo cuerpo que aún comienza a digerir los ansiolíticos que, impaciente, ha introducido en él. El mismo cuerpo del que resbalan lágrimas, las cuales mojan la boquilla del cigarro que sostengo entre mis labios.
Nada calma este dolor. Bueno, sí. Pero nada que no lo acreciente a la larga. Nada que lo cure de verdad.
Por fin comienzan a hacer efecto las pastillas. Digo "por fin" por decir algo, porque me dejan en un estado realmente distraído. Realmente apático.
Me tomo un café con la intención de que este estado disminuya, pero con miedo de que este nerviosismo interno – que nunca duerme del todo – vuelva a despertar.
Después de mucho autoanálisis, llegué a la conclusión de que mi cabeza se basa en un dualismo nerviosismo-apatía, y digo "nerviosismo-apatía" porque no tengo suficientes pruebas ni conocimientos para llamarlo "ansiedad-depresión".
El caso es que mi cabeza nunca encuentra un punto medio, o estoy nerviosa – por tanto, incapacitada para llevar a cabo acciones y/o para interaccionar con mi entorno -, o estoy apática – por tanto, incapacitada para lo mismo -.
Los psiquiatras conocen mis síntomas, pero no conocen lo que me pasa exactamente. Me recetan antidepresivos para la tristeza, ansiolíticos para el nerviosismo, antipsicóticos para mis episodios de desrealización. En realidad, no sería capaz de llamar "episodios" a algo que me ocurre de manera constante, pero bueno, así hablan ellos.
He de decir, en su favor, que el aripiprazol que me recetaron hace tiempo por fin está volviendo mi percepción más "real". Ya no siento que esté en un sueño, al menos no tan frecuentemente. Al menos no tan intensamente.
Pero, sinceramente, esto me desconcierta. Es decir, estoy alegre porque he mejorado en ese aspecto, pero confusa, pues creía que cuando la desrealización frenase, los otros síntomas dejarían de existir también.
Lo más duro del dualismo por el que se rige mi cabeza es que está directamente enfrentado con mis ganas de conocer, aprender y aportar. Pues, como ya he dicho, me incapacita tanto una sensación como otra a crecer. Me incapacitan ambas a interactuar con el mundo que me rodea.
Es más, últimamente he perdido el contacto con casi todos mis amigos. Tanto, que me aterra perderlos. Tanto, que me aterra volver a verlos y descubrir que ya lo he hecho. Tanto, que sigo aumentando la distancia con ellos. Es algo cíclico.
Todo es algo cíclico en mí:
Apatía – nerviosismo – apatía – nerviosismo... – FRACASO
Así es, es un círculo vicioso que siempre desemboca en fracaso.
Quisiera romper este patrón de actuación, pero no sé cómo.