Capítulo III: Sibilino

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Dicen que el árbol le ruega mucho al viento.

Quizás para que no deje de soplar entre sus hojas o para que ya no lo haga evitando así quedarse sin una de ellas.

De cualquier modo, el viento no cede a su súplica y, como siempre y nunca, decide cuándo y con qué fuerza abatir el árbol.

Antes mencioné que tenía una personalidad cambiante como las estaciones. Unos días mi verano, calienta lo que hay entre mis piernas y termina saliéndose con la suya.

Otros me vuelvo mi primavera favorita, repartiendo todo los días miles de flores como si no hubiera quienes no les gustan y otros a los que les dan alergia. Unos cuantos me coso la boca para demostrarle al invierno quién es más indiferente. Pero la mayoría del tiempo, el otoño me mata.

Y es por eso que para empezar a entender la segunda razón por la que decidí huir hay que partir por las imborrables palabras de mi papá al acercarse el otoño; dónde el viento pega más fuerte:

"Tu no eras así, te encierras en tu habitación ahogándote en tu propia autocompasión, apenas comes, apenas sonríes, ¿qué te pasa? Eras de los que reía por cualquier cosa aunque eso fuera lo más estúpido, eras de los que llegaba a casa e iluminaba todo aun cuando todo se volvió un infierno en esta casa vacía y deprimente.

Parece que te estorbara el mundo, siempre estás cansado, ya ni hablas, te pasas la vida en tu asqueroso teléfono. ¿Qué te hizo cambiar tanto?... Acaso es ella, supéralo, ¿quieres?

Tú madre se fue, se fue. Nada cambiará eso. ¿Crees que no la extraño también? Era el amor de mi vida".

Eso último lo dijo con mucha dificultad antes de ahogarse en llanto, mientras yo solo estaba ahí; sentado con los ojos vagos y la mente en otro lugar, escuchando todo pero sin voltear a ver a mi padre.

Supongo que no había sido una buena persona; muchas veces hasta llegué a odiarme más que a nada, incluso más que aceptar las cosas son como son y no como quisiéramos que fuesen. Quizás también me estés odiando ahora mismo por esto, por quedarme estancado y no tratar de seguir. Y, si no es así, entonces te debo una pizza y un boleto para ir al concierto de tu artista favorito.

Todavía puedo extrañar lo feliz que era cuando mi única preocupación en el mundo era no perderme ningún episodio de Barney y sus amigos. En mi vacilación por el mundo, a veces creo que estoy loco, porque veo las cosas muy distintas a cómo la ven los demás. Y siempre ha sido así; encajar ya dejaba de importarme.

Recuerdo que todos en la escuela me subestimaban, pero no los culpo. Muchos saben de mí; en las calles, en la escuela y últimamente en las noticias. Saben de mí, pero no se han tomado la molestia de saber quién soy, y tampoco es que quiera que lo sepan.

Tiene un efecto tardío pero al final te das cuenta que no quieres morir, pero tampoco vivir, pues nada tiene sentido, y tampoco tienes la esperanza de que lo tendrá. Porque simplemente no todo tiene que ser claro y entendible.

Permanezco con la boca cerrada desde hace un par de meses y nadie se explica cómo sigo en las clases y en los pasillos. Si antes me gustaba estar solo, creo que ahora creo que me dan fobia las personas. Hay silencios que hacen mucho ruido.

Quizás la cadena la tenía en la boca porque apenas y decía unas cinco palabras en el día. Muchos suponen muchas cosas de mí y por dos semanas creo que fui el tema de conversación en toda la escuela.

Visualizo todavía las escenas... eran las 12am y luego las 2am, y yo seguía ahí, con miles de ideas en la mente y cuestionándome que estaba mal en mí a esas horas de la madrugada.

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⏰ Última actualización: Aug 21, 2019 ⏰

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