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POV Harry.
Las luces reflejaban el ambiente relajado y entusiasta... la música lenta se hacía sonar mientras las parejas se movían la ritmo de la melodía, entró al recinto tan inseguro que no se si el traje era el adecuado, con una pequeña rosa en mano, queriendo entregártela cuando te vea, nervioso pues era el último baile, de nuestro último año de instituto.
Mi vista se dirigía a la única persona que buscaba, tu, con aquellos hermosos ojos que miraban con anhelo y tanto amor, encontrándote al instante.
Vestías un traje gris que te sentaba tan bien, haciendo relucir tus iris azules, esa perfecta sonrisa se ciñó en tus labios, esa que me hacía sentir mariposas en el estómago, decido caminar en tu dirección y de tan solo segundos me congele sin quererlo, es el efecto que causas en mí, mientras que los latidos de mi corazón se vuelven más ruidosos. Es el amor que siento por ti, presiento que en cualquier momento podrás escucharlos a la lejanía.
Tomé tu mano entregándote aquella pequeña rosa, que no se comparaba con la belleza de tu sonrisa, de la cual fui testigo de su resplandor cuando la mostraste ante mi. Tus labios rojisos hipnotizaban a cualquiera, los cuales quisiera comprobar si eran tan suaves como me los imaginaba, pero en vez de hacerlo te invito a tomar mi mano mientras nos aproximabamos a la pista repleta de parejas enamoradas, empezamos a bailar al compás de la canción, mis manos tiemblan al agarrarte de la cintura, mi corazón da un vuelco cuando te veo a los ojos y ese azul intenso no dejan de mirarme. ¿Sientes lo mismo que yo?
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Tan absortos en nuestra burbuja, en donde el tiempo no avanzaba, como si se detuviera en los pequeños momentos que pasaba a tu lado, mis ojos se cierran ante el contacto de tu mejilla en mi hombro, se sentía como un sueño, uno del que no quisiera despertar. Tus manos envolvían mi torso en un cálido y ensoñante abrazo, que me hacia flotar y perderme en mi mundo; un mundo de bellos ojos y de cabello acaramelado, mi mundo llamado Niall Horan. No hacen falta emitir palabras cuando me miras de esa manera, porque me pierdo en esos mares profundos que son tus ojos y se que sientes algo por mi. Aun asi me revuelvo en acertijos pensando en como decirte esas tres palabras que tanto quiero soltar, pero no encuentro la manera, mi lengua se enreda y las palabras se quedan atrapadas en mi garganta, tan seco y apretado que casi no me deja respirar.
Decido demostrártelo de otra manera, ser valiente y arriesgarme, sin importar lo que pase.
Suelto mi agarre de tu estrecha cintura y tomo tu mano guiándote, esquivando al gentío de estudiantes que se atravesaban en nuestro camino algunos saludandonos, unos amigos íntimos otros simplemente conocidos, escucho tu suave risa detrás mío con aquel acento que tanto me gusta, que hace a que mi piel se enchine y mi corazón se acelere un poco más. Con éxito logramos cruzamos las grandes puertas donde al cerrarse aún se podía escucha de forma amortiguada la siguiente melodía que empieza a sonar. Te llevo al pequeño jardín que se encuentra en la parte alejada de la cancha de fútbol, ese que tanto atesora el viejo jardinero, con un césped recién cortado.
El aroma de las flores nos envuelve, mezclandose suavemente con tu colonia y la mía, sin querer inhalé percibiendo el aroma que se asentaba en el ambiente, una perfecta combinación entre la frescura de la naturaleza y nosotros, la tierra húmeda crujía bajo nuestros pasos y en medio de aquellos rosales me detuve, posicionándome enfrente de ti aprovechando tu conmoción para poder robarte un pequeño beso esquimal.
Y con mis manos en tu cintura, nuevamente, empezamos a bailar bajo la luz de la luna tan brillante y resplandeciente, mientras tarareaba un clasico vals que sonaba pésima con mi murmullo ronco, pero qué decidiste ignorar. Para mi es como si tuviera un bello angel frente a mi, pues mi ojos no podían dejar de admirar tu belleza, tus cuencas celestes brillaban y me mantenían hipnotizado sin poder apartar mis iris olivas de ellos creando una hermosa batalla con una mezcla en azul y verde perdiéndonos en nosotros, en la sensación y el sentimiento mientras lentamente acortabamos la distancia.
Ansioso, tan desesperado e impaciente que como un naufrago en un desierto esperaba el néctar que en ese momento sería ese delicado roce tus labios junto a los míos...
Pero no sucedió.
Porque las luces de los reflectores pasaron por mis ojos, sentí como quemaban mi retina. Y como si rebobinaras una vieja cámara de video, todos aquellos escenarios en los que te imagine junto a mi se esfumaban como el viento arrastrando las nubes dejando ver el resplandeciente sol pero a mi me consumían en una oscura soledad, regresando al presente. Sentía como un balde de agua fría caía sobre mí, despertándome de mi propia ensoñación porque te veo con él bailando lentamente, en el preciso momento que la distancia se acortaba y sus labios colisionan los tuyos.
Me destroza siempre que tu lo besas y aceptas gustoso sus caricias. Esa sonrisa con la que siempre lo recibes, una que nunca has dirigido a mi persona, no notas que estoy tan roto; en estos momentos solo desearía que ese fuera yo.
Me remuevo en la silla en la que me encuentro un poco alejada de la pista de baile dejando tirar al piso aquella pequeña rosa que había traído para ti. Queriendo saber si podía retroceder el tiempo y mirarte como él lo hace, hacer cosas que sé que yo podría.
Las preguntas llenan mi cabeza...
¿Por qué no puedes mirarme de esa manera?
¿Por qué no te confesé antes mi amor?
¿Por qué yo te veo pero tú no me ves?
Y me quedo ahí contemplando el brillar de tus ojos y como él toma tu mano mientras yo me mantengo sentado en un rincón de aquella inmensa habitación. Tan solo, que duele.
