Cuatro

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Algo que vale la pena

Tony tamborileaba los dedos sobre la dura superficie de la mesa, su personalidad inquieta le urgía que se levantara y fuera a hacer algo más interesante que estar aquí, esperando en vano por alguien que ya sabía que no vendría. Había venido por dos fines de semana para ver a Stephen, pero el chico no volvió a aparecer; hasta cierto punto, podía entender por qué decidió evitar a Tony. Después de todo, no estaba pidiendo nada sencillo y crear éste suero los ponía en grave peligro, pero aún así esperaba que él viniera a conversar un rato, aunque se rehusara a ayudar a Tony con el suero.

Sólo quería charlar con Stephen sobre cualquier cosa estúpida como el clima, la tediosa escuela o del estúpido helado de chocolate y la ridícula cantidad de azúcares y calorías que había en él.

Pero Stephen ya había hecho su punto de no querer ver más a Tony, evitando el bar como la peste. Su celular vibraba sobre la mesa, montones de mensajes de Pepper, totalmente preocupada por él y exigiendo saber de su paradero y a Tony debería preocuparle que la Dom pudiera reprenderlo por no responder a sus mensajes. Pero toda la atención del Sub estaba fija en la ventana a su costado de donde estaba sentado, esperando ver una figura muy alta, muy flacucha y muy familiar acercarse.

Sin embargo, no pudo ignorar por más tiempo su teléfono celular cuando éste vibró con una llamada entrante de Pepper y Tony ya casi podía escuchar sus monólogos histéricos. "¡Tony! ¿Por qué no respondes?", "¡Tony, ¿en dónde te metiste?", "¡Tony, tu madre está preocupada!", "¡Tony, quiero que vuelvas en éste instante!". Soltó un largo suspiro, se preparó mentalmente para lo que vendría, cogió su celular y se apresuró en atender la llamada entrante.

Ni bien pudo abrir la boca cuando Pepper ya estaba gritando al otro lado de la línea.

¡Tony!, ¿por qué no respondes? —tan predecible, pensó él—. Casi muero del susto, te fuiste sin decir a dónde y cuando no respondiste yo sólo...

—Pep —el Sub detuvo la perorata enojada de su mejor amiga—. Necesitaba aire, eso es todo. Estoy bien, de verdad.

Hubo un ensordecedor silencio al otro lado, luego Pepper suspiró tan escandalosamente que Tony temió por lo peor, pero en lugar de volver a gritar, ella le habló con la voz llena de condescendencia.

Tu madre está muy preocupada, estaba a punto de llamar a la policía —Tony hizo una mueca ante el pensamiento de que María la estaba pasando mal por su causa—. Y tu padre, oh Dios... está furioso...

—¡Quería obligarme a salir con Justin Hammer! —el castaño arrugó su nariz en señal de repugnancia—. Eso no pasará ni en un millón de años, ¡tenía que hacer algo!

Tony... —lo que pretendía ser regaño, terminó en una voz llena de comprensión—. ¿Y te parece que escapar ha sido una buena idea?

—No —Stark se desinfló sobre su silla al pensar en las consecuencias que sus actos tendrían, una vez que estuviera frente a Howard Stark—. Tal vez debería volver...

Murmuró con pesadez, sabía lo que le esperaría al llegar a casa y también sabía perfectamente bien que no podría librarse de una nueva "cita" con el Dom más desagradable que había conocido en su corta y patética vida. Pepper contuvo el aliento y luego, lo dejó salir casi de forma temblorosa.

Sí, creo que es lo mejor para todos.

—Bien —Tony asintió y pasó sus dedos entre sus desordenados rizos castaño—. Bye, Pep.

Cortó la llamada y estuvo a punto de ponerse de pie, y marcharse cuando una sombra alta, delgaducha y familiar cubrió la brillante luz de la cafetería, Tony levantó los ojos y parpadeó hacia el rostro enrojecido de Stephen Strange. Jugueteaba con las mangas demasiado largas de su suéter de rayas negras y azules, y Tony casi podía jurar que el chico se estaba tambaleando, decidiendo entre dar medio paso hacia atrás y alejarse lo más pronto posible, o quedarse y afrontar a Tony.

Getaway car; StrangeIronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora