Capítulo 14 - Cuatro tazas de chocolate

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Ellen Foster:

¿Puede alguien decirme qué hago metida en una cafetería mientras Sarah le cuenta a Charly mi vida?

Es decir, se supone que íbamos a tomar un chocolate caliente. Pensé que nos pondríamos al día de cosas más normales. Como, por ejemplo, qué tal está su abuela, que hace tiempo que no la veo...

Vale, hablar de la abuela de tus amigas tampoco creo que sea un tema muy interesante que se diga. Por lo menos para ellas. Pero, de todas formas, ¿por qué tenían que hablar del día de la fiesta en concreto?

Desde que comenzaron a hablar, sabía a dónde querían llegar con esa conversación... Esperaba el momento con ganas de salir por la puerta y largarme, pero la lluvia del exterior y el chocolate caliente que tenía delante de mis narices me lo impedían.

Le di un sorbo a esa delicia de los dioses y atendí de nuevo lo que Sarah estaba narrando animadamente.

-Entonces, me percaté de que el chocolate estaba en peligro. ¿Te lo puedes creer? Ella estaba ahí, tan guapa, ¡sólo para comer chocolate!

-Jajajaj, no esperaba otra cosa de Ellen.

Sarah Driver:

Charly me atendía con atención; de vez en cuando soltaba comentarios y era típico de ella sacarnos una sonrisa cada vez que abría la boca. Ellen, en cambio, parecía estar hartándose de nosotras. Tenía la misma cara que un niño pequeño cuando se aburre y quiere volver a su casa. ¡Era para partirse!

-Fue en ese instante -continué -cuando cruzó una mirada con un chico con el pelo castaño.

-No, no, no. -Me detuvo inesperadamente la protagonista de mi relato.

-¿"No" a qué? -Preguntó Charly ante su silencio.

-¡Pues que no fue así! -Exclamó. Después de beber un poco de su tercera taza de chocolate, se dispuso a hablar. -Ejem. ¿Qué os parece si cambiamos de tema? ¿Qué tal está vuestra abuela...?

Las dos la miramos con cara de póker, a lo que ella suspiró, volteó los ojos y comenzó.

-Estaba leyendo mi maravilloso libro de bolsillo cuando Amber Owens, la persona más irritante y falsa de nuestro instituto (que era además la anfitriona de la fiesta), me interrumpió. Me preguntó por un tal Aaron Russel. Ese chico se encontraba en ese preciso momento detrás de la fuente de chocolate, a tres sillas de mí. Lo reconocí porque el último día de instituto le tiré un plato de ensalada encima.

-¡Madre mía, Ellen! ¡Tú eres la chica de la ensalada, entonces! -Exclamé tras haber escuchado su declaración, abriendo los ojos como platos. ¡Eso sí que no me lo esperaba!

-¡No estaba aliñada! -Trató de excusarse. Yo me reí. Menudo primer encuentro tuvieron esos dos... -Primera vez que voy a la cafetería en todo el curso... Y mira que acabó mal la experiencia... No pienso volver a ese lugar... -Murmuró. Charly nos miraba expectantes, con ganas de que siguiéramos contando la historia. Y así lo hizo mi compañera.

-El caso es que le dije a Amber que no lo había visto y se fue. Al no agradecerme la respuesta, hice un comentario y Aaron me contestó. Comenzamos a hablar y me pareció una persona interesante. ¿Sabéis la cantidad de prejuicios que tengo de la gente de ese tipo? Ese chico me demostró que estaba equivoca. ¡Nunca hay que juzgar un libro por su portada! -Dijo mientras señalaba la portada del libro que se estaba leyendo: viejo, desgastado (parecía haber sido leído mil veces); no tenía ni una imagen. Era simplemente una portada lisa, que en su momento fue de un vivo azul pero que había perdido el color con los años. Con letras plateadas, ponía "Moby Dick" (en grande) y, debajo (un poco más pequeño), el nombre de Herman Melville.

Sabor a chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora