꒰O1| PR0L0G0¡¡꒱

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Lamentos, disparos, "bang bang".

Un atentado cerca de la ciudad de Yokohama.

Dos hombres, un solo coexistente.

El primero era el más alto, de largas hebras caobas, que cubrían sus hermosos ocelos púrpuras. Su vestimenta era extraña, no obstante, era linda, y sobre todo, llamaba la atención, aunque no lo desease.

Más aún así, su asistente y fiel amigo (que casualmente, no era un ser humano) ayudaba en ello. Aquel animal yacía en sus hombros, meneando su cola de un lado al otro. Sin duda, era una belleza para algunos, y para otros, una plaga más.

Su personalidad cobardica e introvertida no se comparaba con su coeficiente intelectual; ser un detective le favorecía a la hora de tener que buscar empleo, pero su misma personalidad le complicaba la vida al tener que trabajar en grupo.

El otro, era el más bajo. Sus prendas llamativas, su sonrisa más que amplia, sus pestañas amplias que detallaban su hermoso rostro, ocultando sus ojos de una entonación esmeralda. Sus mechones zainos traían apoyados un gorro del mismo color que su especie de capa y pantalones. Los mismos a simple vista parecían descuidados. . . no, no parecían, lo eran.

Mayormente le encontrarías comiendo chucherías, pero aún así, no te confíes. Su ego, tan alto como siempre, presumiendo sus logros, quizás discutiendo a veces con el de vendajes por sus tácticas de suicidio erróneas, o, simplemente, holgazaneando. Su supuesta habilidad le hacía “superior a los demás”, y no era considerado como ninguna broma.

Había sido el primer integrante de la ADA, donde conoció a aquellas personas tan importantes, pero, lo mejor se avecinó luego, cuando conoció al otro chico.
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“lo miré, desplomándose en el piso. Su rostro lleno de pánico, incomparable. Todo no tenía que salir así. . .”

Uno era de Japón.

El otro, Americano.

“Rivales.”

“¿Amigos?”

“. . .amantes”

Una fiesta.
Sus cuerpos se abrazaban, se daban calor, se protegían de la multitud que incomodaba al más alto.

Esa noche ya no había rivalidad.

De la nada, ya estaban en el auto que tomaron prestado, quizás del amante de los gatos.
Su anatomía y la suya, uniéndose una y otra vez. Sus belfos formaban un amplio teatro, donde sus lenguas comenzaban una nueva danza cada vez más arriesgada, y sus luceros, daban vida y color a todo lo que estaba llevando a cabo en el asiento trasero del pobre automóvil. No importaba qué, se amaban mucho. . . pero eso no dirían al día siguiente.

Besos, abrazos, sudor y lágrimas de rotundo placer. Todo atrás.

Ahora mismo, una gran discusión en el medio de la calle donde el auto estaba estacionado.

“¡TÚ HICISTE QUE ESTO PASASE!” recordaba haber gritado el japonés, quien estaba equivocado.

“¡NO, CLARO QUE NO! ¡NO ME TIRES TODA LA CULPA A MI SI NO SABES!” vociferó ya fuera de sus casillas el novelista.

Querían morir, cual el típico ‘trágame tierra’.

¿Y, saben qué? El amable chico logró su cometido.

Bang bang.

¡¿Llevaba un arma?!

Gran sorpresa se llevó el herido en esa situación.

La sangre brotó.

Se desangró.

De su cuerpo su alma salió.

Ya está.

Lo perdió.

Ya pasó, ya se fue.

Él se fue, le dejó, ya pasó, se fue.

Un americano.

Un japonés.

Un asesino y un cuerpo a su merced.

“lo siento. . . Ranpo-kun. . .”

Finalizó, sintiendo sus ojos arder.

Estaba muerto.
No había más que hacer.

Ya no más besos, ni caricias. Ahora muerto estaba, ya no iba a volver.

── Ranpoe, “my dear candy”
11/O9/2O19

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⏰ Última actualización: Sep 11, 2019 ⏰

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