Juntos

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─Candy... Candy, ¿me has escuchado?

─Perdón, si claro Dr. Smith, en este momento le aplico la epinefrina.

─No es eso lo que te he pedido ─,Natalie ven por favor y lleva a este paciente a rayos X.

─Lo siento Dr. Smith, le aseguro que no volverá a pasar.

─Por supuesto que no volverá a pasar, porque desde ahora te vas con dos semanas de descanso, ¿Crees que no se qué los últimos meses te has ofrecido a trabajar en cada descanso que te ha tocado? No sé qué pasa por tu vida Candy pero una enfermera que no descansa en lugar de ser una ayuda es un peligro para cada paciente.

─Por favor Dr. Le prometo que seré más cuidadosa, y acortare mis turnos, pero por favor no me mande a descansar, me volveré loca con dos semanas en casa.

─Lo siento Candy, es mi última palabra y como amigo te daré un consejo: no se puede huir siempre de lo que tememos, tal vez ya sea momento de que afrontes eso que no te deja tranquila y por lo cual te escondes en el trabajo, haciendo turnos que son un peligro para tu salud y la de tus pacientes.

─Pero...

─Pero nada, toma tus cosas y vete a casa, no te quiero ver aquí hasta dentro de dos semanas y quiero verte con una sonrisa de esas que solías regalar a cada persona que se te cruzaba en el camino;

─Gracias Dr. Smith, nos vemos en dos semanas.

Dios, ahora que haré ─pienso mientras camino de regreso a mi hogar, no puedo creer que el Dr. Smith se haya tomado tal atrevimiento de mandarme a descansar cuando sabe que hacen falta manos en esta época de guerra. Aunque ese no es el único motivo por el cual estoy trabajando a turno completo.

Hace tres meses ya que no sé nada de él, la última vez que le vi fue cuando tuvimos esa terrible plática, no puedo creer que haya sido capaz de hacer todo lo que me conto, cada vez que lo recuerdo me hierve la sangre y me gustaría golpearlo... sin tan solo supiera donde está.

Mi lado racional lo odia, y busca cualquier pretexto para convencerse de que eso es lo correcto, de que está bien odiarle, porque lo que hizo fue grave, y mucho.

Por otro lado mi corazón no entiende que lo que ha pasado es malo y se empeña en añorarlo, cada vez que salgo de mi departamento y veo el 823, tiemblo «y no de miedo» de solo pensar que podría aparecer y ¿Que haría?

Pero es inútil, no ha vuelto a aparecer frente a mí desde esa noche. A veces cuando llego a casa, busco algún indicio de que él estuvo ahí, pero nada, las cosas están tal y como las deje y ese exquisito aroma a rosas que me recibía cada noche, no está mas ─Neal se hizo tan imprescindible en mi vida sin saberlo y siendo honesta... le extraño.

Es mi primer día del descanso impuesto y planeo desayunar en mi cafetería favorita, salgo de mi departamento e instintivamente como si fuera ya una costumbre volteo a ver el departamento de enfrente, camino sin pensarlo mucho y me paro enfrente, mi mano toma vida propia y golpea tres veces, ─no hay respuesta.

No puedo evitar sentirme desilusionada, pero ¿Que esperaba?, Le dije que no quería volver a verlo. Sigo mi camino hacia el elevador y presiono el número 1. Cuando paso por recepción se me ocurre...

─Sr. García, buenos días ¿Cómo se encuentra?

─Señorita White, muy bien ¿Y usted? Veo que está de vacaciones, espero tenga planeado algo divertido.

─Me encuentro muy bien gracias, pues... si, de hecho mi vecino el del 823, me había invitado a acampar cuando estuviera de descanso, pero mmm, me parece que no lo he visto hace ya un tiempo ¿Usted sabe si le paso algo?

Mi rubia obsesiónWhere stories live. Discover now